Diario de un editor

25 junio 2012

formas

El pasado sábado la orquesta de la ciudad impar puso fin a su temporada programando la novena de Beethoven en clave de gran fiesta para el que ha sido su director titular durante los últimos años. Al menos así lo entendí  yo y allí que fuí con la ilusión intacta para oír algo tan viejo como nosotros mismos: el corazón de Europa frente a la devastación de los mercaderes. Me equivoqué. No pasa nada, que dice mi sobrino pequeño cuando oye truenos. Verán: a una señora le sonó el móvil, un señor se pasó la sinfonía haciendo fotos , un matrimonio llevó a su bebé para conociera la experiencia y los amigos del orfeón navarro dieron en bravos que oscurecieron la despedida del discreto Director que ha mejorado la orquesta desde la  la falta química con ella.
Salí todo  rápido para olvidarme del asunto y ver el segundo tiempo de España y ayer, con mas calma me vino a la cabeza el pasaje de un película que sostenía la razón de mi enafado. En " El gran silencio " , un trabajo del director alemán Philip Groning que cuenta la vida en el gran monasterio de cartujos de los Alpes franceses hay un momento de conversación explícita entre los monjes en la joranada anual de asueto. Están discutiendo sobre la necesidad de lavarse las manos a la entrada del refectorio que ha decaído en otros lugares de la orden. Uno de los jóvenes monjes dice :
Sin los símbolos, sin los signos y las formas no somos nada, estamos perdidos en medio de un desierto. Las formas nos ayudan , nos hacen ser. Son los simbolos los que nos sostienen. Algo así, estoy citando de memoria.
Nadie sabe el daño que puede hacer levántandose de una mesa antes de tiempo, cruzando ostentosamente un semáforo en rojo, vulnerando un silencio. violando una ceremonia.
Lo que sucedió el otro día en el concierto es un signo de los tiempos. Los protagonistas espero que no lo sepan y alguién pueda , todavía , enseñarselo. De lo contrario estamos perdidos, o ha llegado el momento de atrincherarse.

18 junio 2012

singularidad

Leo en la prensa que un Juez inglés ha ordenado alimentar a un antigua estudiante de medicina de 32 años atrapada en los laberintos de la anorexia desde su infancia , a pesar de " que para ella - dice el magistrado- el tratamiento no es ya una intrusión en su cuerpo del tipo mas íntimo posible , sino una imposición a su voluntad que ella vive como algo abusivo".
Después de admitir la dificultad del caso y sus propias limitaciones personales llega al corazón del asunto, el lugar donde estaba escondida la razón de su decisión:
" Ella es un persona especial, cuya vida es valiosa; no lo ve así en estos momentos, pero puede que sí lo haga en el futuro ".
En esta singularidad radica el secreto del ser como depositario de la vida. La vida que conocemos tiene esa particularidad que siempre nos sorprende. La florecilla primaveral que nos encontramos en el campo, el amancer que nos pilla cuidando el breve sueño de un familiar enfermo, la luz entre cristales, el trote elegante de las jóvenes perdices  ... momentos mágicos de vidas breves y únicas. ! Que decir de los hombres ! la salsa de la biografía sobre el pastel de sus ingredientés básicos las hece irrepetible. Cualquiera que haya perdido un ser querido, su pareja, sabe que el que se fue resulta irrepetible , que su vacio no puede ser llenado por nadie. Que aquel era único en medio del mundo. Hay que procurar retener esta lección ante el tiempo oscuro  que los mercaderes nos tienen preparado.
Nuestro juez concluye su argumento:
" Solo vivimos una vez y morimos una vez y la diferencia entre la vida y la muerte es la diferencia mas grande que conozco. Tiene que ser alimentada quizás para que sea ella quién decida , cuando esté en condiciones de hacerlo por si  misma, que quiere hacer con su vida ".
Voy a mover un par de resortes para hacerme con la sentencia completa. Quizás en ese esfuerzo no busque mas que el rostro del hombre bueno que tras pensar en serio , como le exige su oficio, ha sido capaz de decirnos cosas tan sabias. 

11 junio 2012

hoteles

No he tenido relación alguna con el lujo a lo largo de mi vida. Desde hace años, además, el lujo tiene para mí un tufo de mal gusto y ahora noticias de mercaderes, verguenza de verguenzas, intento de acabar con lo que tanto costó  construir durante años. Los grandes hoteles, el mundo del confort, son sin embargo , una debilidad que me persigue. Por alguna razón los grandes hoteles( los míticos, las leyendas) se han convertido en una reserva del confort, la atención y la verdad de que las cosas son lo que son y no lo que la publicidad nos dice que van a ser para nosotros. La mayor sorpresa de mi estancia en el Hotel Real de Santander ha sio un sandwich  mixto en la cafeteria para solucionar la cena de la primera noche. Quiero decir que hasta meterme el primer trocito en la boca no recordaba yo que aquello era tan rico, tan discreto, tan bien recibido por un estómago. Hay que estar muy rodado para conseguir que los tres simples elementos lleguen a punto y que  en el un momento antes de fundirse mantengan sus sabores tan diferentes intactos y en perfecto estado de revista. Podría hablar de un foie casero y unos caramelos de leche frita en la acomida del día siguiente, de las toallas o de la música de los salones, solo piano muy bajito de sonatas ilustres. Vamos a dejarlo para llegar al corazón de estos sitios: la amabilidad, la atención personalizada, el deseo de ayudar constante y nada pegajoso; la cortesía. La cortesia es un destilado de la amabilidad que tenemos que recuperar en esta hora de gallos de pelea. En el tercer volumen de Proust sobre el tiempo perdido hay una páginas muy bonitas al respecto en relación con el saludo. La cortesía hace que el apuro se convierta en satisfacción profunda, como si alguien te ofreciera un brazo para desembarcar en una ocasión inoportuna.
El trato en el Real ( el mito entre los mitos españoles ) se parece mucho a Perico el elefante del retiro madrileño que mi padre nos llevaba a ver cuando los zoos se llamaban casas de fieras.
Estos sitios debieran estar subvencionados, resctados llegado el caso, y no hacer llagasr dinero a esta panda de vagazos y ladrones que estamos manteniedo. La gente que nos trajo el lujo, ya ven por donde.