Diario de un editor

16 febrero 2021

LA MIRADA AMABLE

La mirada amable es propia de los hombres inocentes, y de los pintores. Traspasa lo mirado y va directa al corazón de los asuntos. Con la rapidez del rayo, llega mucho antes que la razón. Por eso resulta peligrosa.

Otorga atención a lo pequeño, a los márgenes, a lo poco llamativo, a lo que no tenemos por importante. Concede hospitalidad a los objetos y a los acontecimientos que vienen y van, mostrando la unidad de las cosas, el paso fugaz de la brisa que perseguimos incluso sin saberlo.

La mirada amable del pintor escucha y ve por nosotros, porque ha dejado de escucharse a sí misma. Debemos a los pintores ese esfuerzo por ver lo que nosotros no vemos, aun teniendo la realidad frente a los ojos.

“La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso, pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá! ” (San Mateo 6,20)

Nunca había reparado en este pasaje evangélico. Estaba ahí y no lo veía. Tampoco ellos habían sido capaces de iluminarlo en su incesante ruido.

04 febrero 2021

AMABILIDAD

Alguien dijo al comienzo de esta pesadilla que nos íbamos a volver más humanos. Que íbamos a sacar lo mejor de nosotros mismos. Los escépticos miraron para otro sitio, y los cínicos bufaron para espantar al maligno. Los sensibles se taparon las narices y aceleraron el paso.

No seré pesado con los detalles, pero permítame decirles que echo de menos cada día la amabilidad de otros tiempos. Las cajeras se han vuelto contra las personas mayores por su lentitud, los vecinos han dejado de saludarse en el garaje, los médicos no te invitan a sentarse, es complicado anotar los episodios de deferencia entre desconocidos…

En la amabilidad reconocemos al otro como un ser independiente de nosotros; celebramos su otredad, la incorporamos. Manifestamos nuestro sentimiento de hermandad en este trance que nos está minando; cedemos el paso aunque sea de cebra, o lo agradecemos con un saludo mínimo de los que reconfortan a quien lo recibe.

Parece mentira, pero la amabilidad es la puerta de salida a todo este embrollo. Estoy seguro. Debajo de los adoquines está la playa. Tenían razón en Nanterre.