Diario de un editor

27 noviembre 2007

cuentos

¿ Porqué contamos cuentos a nuestros niños ? ¿ Porqué contamos cuentos a nuestros hijos, a nuestros nietos, a los hijos de nmuestros amigos, a los niños de la escuela, a los niños enfermos de los hospitales'. ¿ Que hay de secreto en ese mundo íntimo de las historias repetidas, de lo silencios y de las sorpresas donde hadas, animales y cosas hablan y juegan para regocijo del que escucha, como si no hubieran oído contar nunca ?.
Los adultos, al parecer, nos vemos compelidos a describir el mundo para los niños. La madre que va recabando la atención de su bebé por la calle repleta de colores, olores, sonidos y personas se detiene a nombrar las cosas por su nombre.
Nené, le dice a su hijo frente a la figura de unos niños. Guaguau, mirando al perro. Un señor, insiste , señalando un adulto.
¿ Porqué entonces, llegada la noche, la madre, al calor del último beso, al abrigo de la luz, en medio de la noche, relata al mismo hijo historias completas, cerradas y definitivas en las que los animales hablan, las hadas convierten dragones en hermosas doncellas y sapos concioneros en príncipes del amor y la dulzura? ¿ Han perdido la cabeza estas madres firmes y definitivas ? ¿ Que quieren decirles a sus hijos con estos cuentos donde nada es lo que parece?
Tengo para mí que esa obligación que asumimos los adultos de contar el mundo a nuestros niños va implícita , también, la obligación de contar los otros mundos donde, sin decírselo a nadie, vivimos y nos movemos como Pedro por su casa.
Al contar cuentos a nuestros hijos asumimos la responsabilidad de transmitirles, por primera y única vez, que hay otros mundos pero están en este. Por eso a los adultos nos gusta tanto contarles cuentos a nuestros hijos. Eso sí, de noche, en el corazón del tiempo. Allí donde solamente estamos nosotros.
La editorial, consciente de estas obligaciones secretas, inagura una colección infantil el próximo viernes. " Cocodrilos en el río" de Monserrat de los Ríos va a ser el abanderado. El mundo necesita constantemente un narrador y hay que hacer algo por la vida. Una alegría profunda, se lo aseguro.

12 noviembre 2007

educaciones

Me dice una periodista en una de esas entrevistas rápidas que tengo fama de pijo porqué ando siempre a vueltas con las formas. Pretender que un editor no ande a vueltas con las formas es como tener tos y acostarte con la abuela, pero, enfin, hay que contestar y luego esperar que te traduzcan, como hacían los padres jesuítas en los viejos colegios. Le contesto que las formas esrtructuran los fondos y me traduce que a mi me gustan mucho los ceremonias que es verdad, por otra parte. A lo que vamos; antes la educación tendía a la confusión con la urbanidad y ahora tiende a confudirse con la normalidad y con la falta de formalidad, de tal manera que el educado de este tiempo parece ser quién logra que no lo señalen, huyendo de cualquier forma delatora. Poco mas o menos lo que se pretendía en la mili o en las campos de exterminio, según cuentan los sociólogos de las instituciones totales. En la buena educación actual la forma no debe aparecer, la uniformidad debe presidir el ejercicio. Mi amigo el marqués de Quintanar me lo explicó una noche ante mi inoportuna pregunta sobre el atuendo para una cena a la que me invitaba:

--- en mi casa nunca ha habido nada informal, Julio. La afirmación me aclaró el panorama para siempre.

La educación es la forma. La forma con la que nos defendemos de las ofensas de la vida. Los recursos con los que contamos para sacarle a la vida la bondad que lleva dentro. Yo me apaño con el paso de las estaciones, el deporte y los libros. Esa fue la herencia me dejó mi padre. La buena educación con la que me preparó para abordar las entrevistas rápidas de los nuevos tiempos.

Los editores a veces son conscientes del secreto.