Diario de un editor

02 septiembre 2013

Rosales

Hace años recorté de un suplemento literario un retrato de Luís Rosales hecho por Goñi que se ocupaba de la serie. A Goñi yo le había conocido en Cuenca por la parte alta, con su sordera a cuestas, en compañía de buenas gentes que gustaban de ponerse al sol de la plaza Mayor mientras descansaban de sus cosas. A Rosales no le conocía de nada fuera del trágico episodio de la muerte de Lorca que le perseguiría para siempre. Tendría que pasar mucho rato para que fuera imponiéndose en mi vida como un poteta cercano e íntimo, amigo pofundo de la libertad, como un padre que no se esconde nunca.El retrato de Rosales enmarcado ocupa lugar preferente en la mesa de los grandes recuerdos junto a Brel y el mapa dibujado del camapamento de Taizé. ! Quien hubiera adivinado la fuerza del regalo que me hice al recortar el apunte de Góñi en aquel momento !. He tenido por compañía en este mes que se cierra el magnífico ensayo de Rosales sobre Cervantes y la libertad. Al repasar las notas tomadas encuentro ahora un hilo conductor inesperado y actualísimo. Verán : " El Quijote está escrito en una situación vital parecida a la nuestra. Hay una cierta manera de entender la libertad que se repite en épocas de crisis; la libertad entendida como derecho, esto es , la libertad entendida en un sentido defensivo frente al estado y la sociedad. Nuestro modo de entender la libertad nos oscurece el hecho mismo de ser hombres. El sustrato de la visión occidental ha dejado de tener importancia. Estamos en una época de partitocracia y a mi me sigue gustando la democracia. Hemos ganado poco y hemos perdido mucho en el cambio ". Los tremendos personajes que pueblan las aventuras de Don Quijote no viven como pueden ( como hacemos todos ) sino como quieren , dice Rosales. Esa es su esencia. Esos maravillosos seres desatinados que han sido el verdadero motivo de mi vida ( gran regalo de mi padre ) viajan, naufragan o se destierran para encontrar su vida personal. La mayoría son locs, inadaptados, pero locos vivientes, reales, personalísimos. Hago mías las palabras de este hombre bueno, cabal, socarrón y piadoso que tanto gustaba del flamenco con quien voy a pasar , seguramente, el otoño y buena parte del invierno.