17 diciembre 2020

AFINIDAD

Las primeras bibliotecas de las que tengo recuerdo se ordenaban por materias. Eran bibliotecas familiares donde la novela policíaca, los novelistas católicos (Bernanos, Green), o los autores de la época (Mika Waltari,  Morris West) compartían estantería con otras, dedicadas a los clásicos, o a los españoles de postguerra con Delibes a la cabeza, y para mí, la trilogía de Gironella que he vuelto a leer varias veces en mi vida.

Era un orden que parecía firmemente asentado, sin fisuras, gracias a la claridad de conceptos y gustos, a que se publicaba poco, y a que se compraba menos , incluso para los que eran proclives a esas debilidades. Tampoco mi padre (un buen lector), ni sus amigos más cercanos eran expertos, con lo que la biblioteca de la calle de Capuchinos Viejos, resultaba muy apañada, en torno a unos 300 ejemplares, que se apoyaban unos en otros, guarecidos tras un par de buenas enciclopedias.

La última vez que tuve que ocuparme  del orden en mi biblioteca, los volúmenes pasaban ya de tres mil , y me vi en la necesidad de comenzar a tirar en el cambio de casa. Llevaba los libros en montoncitos hasta algún contenedor cercano, con la torpe ilusión de que llamarían la atención de alguien. Nadie había mostrado el menor interés por ellos, salvo un tratante que me ofreció un precio alzado por todos, con la intención de quedarse en el lote la biografía de Astrana Marín sobre Cervantes, con una encuadernación castellana muy bonita que había comprado en Madrid hace unos años. Le dije que esperaría un poco.

Mi biblioteca ha pasado por varios intentos de orden desde su nacimiento. Nacionalidades, autores, tipos de edición, editoriales, o ciertas cronologías, sin lograr asentarse con firmeza bajo ninguna opción. Poco a poco ha ido decantándose, ella sola, hacia la afinidad que es una fórmula más personal y sincera que sirve para casi todo, incluidas las relaciones familiares y sociales. Quien más y quien menos sabe de lo que hablo.

Escritoras sureñas americanas, escuela de Viena, fútbol, diarios y rusos, son algunos de mis rincones que vaya donde vaya siguen creciendo conmigo. Quizás porque hace un tiempo que ya no crezco, algunos de mis libros se han quedado desparejados y no encuentran acomodo. A todos nos pasa. A mí me pasa mucho.