Diario de un editor

25 abril 2011

tradiciones

El agua del manantial que anima la tradición no es otro que la sangre. La sangre tiene razones que hacen engordar las venas. De esas razones, profundas y poderosas, se nutre el pálpito de la tradición por el que las gentes hacen cientos de kilómteros, se disfrazan y ponen sus cuerpos al borde del sufrimiento para lograr un placer fundacional que les lleva directamente a sus orígenes. Algo tan rarro como cierto.
El otro día, el miércoles santo, según la tradicional forma de decir, estaba el editor a la puerta de la iglesia de San Esteban viendo arracar las procesión de Judas , que lleva de segundo paso la oración del huerto que durante tantos años debió sacar mi padre que en secreto prefería el San Juan y , aún más, el ritmo trágico de las turbas.
Varado en medio del humo provinciano , sin que me llegara el pellizco por ninguno de los resquicios clásicos, sin sentir ni siquiera algo especial por la suave mantequilla de la tarde ( algunas tardes son como de mantequilla ) ví a dos mujeres (anteayer adolescentes ) acercarse a saludar , primas de no se quién , con el gracejo cercano de la familia.
Fue al mirarlas a la cara cuando saltaron todos los seguros. En su rostro estaba la cara de mi madre, la que pudo ser la madre de mis hijos, mi hermana, mis parientes desconocidos. Mi sangre.
La tradición es eso. Un pasadizo que nos conecta con todo lo que fuimos y lo que nunca llegamos a ser. Con todo lo que vendrá cuando nosotros no seamos.
Cuando Germán , el hijo de mi primo, me contaba sus emociones al oir el silencio del miserere roto al final por la locura de los turbos me estaba hablando de lo mismo:
Algo que sonaba el él sin él.

Pd.- El jueves se presenta en el Thyssen de Madrid " La Luna de Artemisia ". El editor estará allí gozando de lo que queda del día.

11 abril 2011

arte

Un amigo mío manda todos los domingos por la tade un montaje sobre arte ( pintores y fotógrafos ) que abren la mañna de los lunes para más de 50 personas de todos los continentes. Son un par de minutos deliciosos , con mucho talento y paciencia que exploran en la vida de los elegidos y luego enseñan su obra con músicas apropiadas y ritmos de cadencia interna. En fin,nada parecido a los correos que uno tiene que borrar sin leer y que van poniendo en duda la calidad del mandatario. Una pena. Hoy no ha habido correo y estoy con una pizaca de desazón elucubrando sobre la razón, esperando que vuelva el orden al mundo. Sin los dos minutos de Angel no hay quién se ponga en marcha. Recuerdo ahora que el viernes pasado acudí a la toma de posesión de Juan Bustamante, el autor de " Envios ", por la tarde jugué un tenis con los vecinos y luego estuve en el auditorio oyendo la tercera sinfonía de Mahler. Tengo apuntado en la memoria que tuve coinciencia que al llegar el ultimo movimiento tuve la certeza de que todo el día había estado en mi elemento. Ya saben el verso de la milonga: " porqué estoy en mi elemento y ahí valgo por lo que soy ". El arte nos es necesario porque forma parte de la intimidad del nosotros mismos. Nos habla un lenguaje secreto, de un orden anterior y fundacional. Piere Etienne, un monje francés al que traduje, hace años lo decía sí : " algo que suena en mí , sin mí ". En cualquier salsa hay echar dos minutos arte. Si no les pasa como a mí estos días que solo estoy para que todo salga bien en el libro de Amparo. Y eso no es. Haganmé caso. Va a hacer otra semana de ensueño en medio de este abril tan delicado. Dejen entrar el aire nuevo de lo artístico.