Diario de un editor

25 enero 2010

no matarás

En la fase de preparación de un nuevo libro, el asesor principal, un militar profesional, un maestro del sentido común, me cuenta una anécdota sobre el dolor del mundo, la vieja cuestión judía:
" Estábamos un día varios oficiales y gente de tropa haciendo tareas preparatorias en un campo de tiro. Había allí tres o cuatro perros, fieles compañeros de recorridos, atentos a nuestras necesidades, silenciosos y eficaces. Cerca ya de la hora de comer, el mando nos dice que se acaba de ir el veterinario y que hay que sacrificar a unos de ellos, por una dolencia irreversible, con mucho sufimiento. Que le han puesto un calmante largo y que se acercara alguién a terminar con el asunto. Cualquiera, da igual. Hay que darle una buena muerte al bicho. Todos asentimos y nadie se movió. Se hizo una largo silencio. Nos mirábamos las pistolas, los fusiles, los cetmes de los soldados. Silencio. El mando insisitió y la situación se fue haciendo cada vez más densa. Finalmente alguién se encaminó solo por la senda que llevaba a las perreras y al poco oímos unas detonaciones secas mantenidas por el eco. Tardó bastante en volver. Llegó descompuesto, rígido. Se tomo tres vinos seguidos y dijo que se iba para casa. No se encontraba bien, argumentó seco".
Sobre la ética del rostro escribió muy Levinas un autor tan brillante como olvidado. Dejó páginas soberbias sobre la violencia de matar, sobre la maldición que pesa sobre el que mata, sobre el único imperativo moral que ha recorrido la antropología cultural: no matarás.
" Resulta difícil entender al terrorista. Ya es difícil matar un perro, aunque sea por su bien, como para segar la vida de un hombre. En un ascensor, mientras juega la partida, paseando por la calle, en presencia de su mujer.....".
"Terror y terrorismo", creo que es el título que le dió Julio Caro Baroja a su aportación sobre el asunto.
Yo me pasé la noche oyendo las voces bíblicas: Caín, Caín .......

18 enero 2010

Enero

Mi amigo Jesús Velasco me recuerda mis obligaciones para con el blogg en una época en la que bastante tengo con mi cuerpo, como para andar con hostias. Le hago caso porqué me da gusto encontrarme con otros por este medio tan original como esplendido. "Una bella catástrofe", que dijo el arquitecto.
Me apoyo en la relectura de Plá en un libro de cabecera que lleva por título " Las Horas ". Nadie ha hablado sobre el viento como Plá. Pocos han puestos adjetivos tan precisos a las cosas del campo como aquel caballero comedor y bebedor de la vida y de lo otro. Plá habla de la luz de Enero, de la luna, de los primeros soles y de los almendros que son uno de los regalos mas emocionantes del año. Releo a Plá mientras espero mi turno en una sala de hospital donde ponen para animar los programas rosas de la tele. Una compañera de infortunios se asoma por encima para ver el título y no se sí porqué lo ve, o porque no puede, hace un gesto vago como de ir sobrada que yo interpreto de ignorancia máxima y de desprecio por los señores ( que asco ) que leen estas cosas. Hago un alto y sonrio un poco mirando al televisor para hacer algo. Luego vuelvo al texto y me encuentro al otro Pla , al que complementa al poeta, al payes pasando el invierno al calor de la cocina. Mas Plá, años cincuenta. Les dejo con la cita. Me llaman. Es mi turno:

" Se trata de pasar la mayor cantidad de horas posibles frente a la lumbre y en actitud meditativa: meditando el problema esencial de la vida, que es el de tener algún dinero con el menor esfuerzo posible, o por lo menos con un esfuerzo plausible. Por la indiscreción que acabo de cometer, pido perdón a las personas finas y distinguidas ".