Diario de un editor

14 septiembre 2020

EL OLOR AL PADRE

Durante un tiempo, hace años, sentí la curiosidad de saber por donde comenzaba la gente a leer los periódicos. Unos por la primera, otros por la última página. Algunos por los deportes, otros por las esquelas, los sucesos, las noticias de ámbito nacional o internacional. Todo para comprobar que cada uno tiene su aquel. 

En otra época hice el mismo experimento intentando descifrar el vector de fuerza de las personas que me resultaban más cercanas. Para unos el dinero, para otros el miedo, el poder, el rencor, la bondad, la alabanza. Volví a confirmar la hipótesis castiza de que cada uno es cada uno. Nunca hay dos de lo mismo, que dijo Capote en el relato más bello que yo haya leído nunca.

Ahora ando preguntando a los allegados por el olor que les recuerda a su padre.

El olor a pinar en verano me recuerda al mío. Olor a resina en los pinares altos de la sierra de Cuenca, mientras jugábamos al fútbol, y él leía el periódico ensimismado. 

 Habrá que armarse de estas cosas para pasar el invierno que se anuncia ya tan inquietante como la primavera y el verano que llevamos embozados: el olor al padre, la mirada piadosa sobre el mundo, el entrañable ritmo de las estaciones. Tragos cortos contra la incertidumbre.