Diario de un editor

28 noviembre 2005

breve

Mi padre solía decir que la vida era corta, pero breve. Yo pasé muy poco tiempo pensando que era tonto porque el se dedicó desde el principio a enseñarme la ironía, mientras que los religiosos que me completaban se empeñaron en negarme el aprendizaje de la lentitud. Cuando explotó semejante bomba apareció la culpabilidad, se instaló y hasta ahora. Incluso el sexo me abandonó antes.

La vida de los libros es muy breve. Es cruelmente breve. Para los autores se trata de una sorpresa y para los editores una confirmación dolorosa que nos vuelve más y más viejos.Muchas veces pienso la lentitud es una de las pocas formas de resitencia. Sten Nadonly escribió una soberbia novela de mar " El descubrimiento de la lentitud "en la que puede encontrarse esta perla que espero que ayude a sobrellevar la semana:

" con frecuencia escapaba de la muerte, pues era más lento que ella".

Alguién ha comentado a propósito del relato:

"la crítica social no puede ser hoy otra cosa que cr´tica de la falsa movilidad. La serenidad es ahora más subversiva que la prisa, la reflexión más oportuna que la acción"

Cada año , impreso en papel artesano de Segundo Santos en Cuenca, yo hago un libro que pretende la lentitud y ,a fin de cuentas, la permanencia.

Otro día, lo cuento.

21 noviembre 2005

librerías

Los sábados me doy una vuelta por las librerías. Son constumbres de cuando tenía tiempo y gustaba de pararme en los sitios por si pasaba algo en vez de ir de aquí para allá intentando provocar al mundo.

Lo que me gusta ahora de las librerías es ver como venden. En mi ciudad impar hay una grande y moderna - todo en el mejor sentido- que tiene los sábados unas colas enormes de gentes que esperan con su libros para pagar. Son las colas mas grandes que conozco. Mas largas que las de la pescaderías buenas, los grandes almacenes, los bares de copas, ya les digo. Yo me quedo allí por unos momentos viendo las pilas de libros de actualidad, los cartelones de las novedades, las cháchara de los vendedores, la soberbia de los compradores que citan sus pedidos como problemas de matemáticas para los chicos. A mí lo que me gusta es la gran cola, la venta, el hecho consumado de los libros. Ya se ha dicho alguna vez que el único libro que debe releer el editor es el libro de cuentas. Cierto.

Uno no puede, sin embargo, sustraerse a la intención de mirar, de fisgar lo que compran. Posturas vergonzosas para ver lo que lee la gente de la cola. Paso miedo. Ni siquiera los que leen se acercan a lo que leo. No encuentro nunca clientes que lleven " El gatopardo", "La marcha Radetzky" o " La montaña mágica", por ejemplo. Ustedes saben lo que llevan y yo voy pensando , cada vez con más frecuencia , en cerrar la tienda. Me viene a la cabeza un pequeño trozo de Roth:

" Todo lo que crecía, requería de mucho tiempo para crecer. Y todo lo que desaparecía necesitaba largo tiempo para ser olvidado. Todo lo que había existido dejaba huella tras de sí y entonces se vivía de recuerdos, como ahora se vive de la capacidad de olvidar rápida y decididamente".

Una tienda sin cola. Una tierra sin liebres. Una monada, suelen decir ellas.

14 noviembre 2005

palabras

He estado en Cuenca a llevar a mi madre y echar un vistazo a unas invitaciones para la presentación de un libro en Avila. " Sobre las hadas, un texto de G.K. Chesterton, 15o ejemplares impresos en papel artesano hecho a mano en el taller de mi amigo Segundo Santos. Chuladas de editor chico que diría Rodolfo.

La primera parte, bien. Mucha tertulia de familia, final de tenis de Germán, el hijo de mi primo, buenas cañas y eso. Por lo profesional, nada. En vez de liarnos con la maqueta nos fuimos al museo para hacer unas fotos a un cuadro de Torner y ver si nos enseñaba su espacio nuevo en la iglesia de los paules. Tampoco. Nos quedamos en el museo, tan limpio, con su orden tan profundo, con la convicción propia de los que saben que quieren enseñar. Seguían allí colgados los colores de Guerrero, la elegancia de Zobel, las miniaturas de Mompó, los verdes llovidos de Sempere. Fue tan bonito que le dije a Segundo que no quería mas y que mejor dejar que el turisteo llenase el puente de San Pablo. Fue un rato estupendo.

Como iba a nevar decidí venirme el domingo por la mañana pronto para ver los paisajes marrones hasta Tarancón, con la tranquilidad de ir solo y despacio. También pensaba mejorarlo con radio clásica. No hubo manera. En vez de clásica el locutor iba a anunciando música jóven , étnica, militar, contemporánea. Un desbarajuste.

A eso tenían que dedicarse los escritores. A intentar que las palabras buscaran su acomodo. A nombrar las cosas de acuerdo a su sentido profundo. A decirlas como que fuera la primera vez que alguién las dijera en medio del mundo. Al pan, pan y al vino, vino.

Pocos se entregan a tan necesaria tarea.

09 noviembre 2005

exito

La presentación de " El Nigromante "ha sido un éxito. Hubo mucha , mucha gente.
Se vendieron libros. El acto quedó elegante y no querían irse, estaban tan a gusto con su vino y la compañía. No se puede pedir más. Todo parece indicar vida y salud para la obra.

Hay algo, sin embargo, que no cuadra y tiene que ver con el éxito. Porqué, claro, el éxito no es la gloria y ese desliz nos duele mucho a algunos. Antes los escritores se sentían llamados a la gloria y el éxito les atraía poco. Incluso sufrían la tentación de evitarlo. No iba con ellos.

De esta manera, el acto de la otra tarde puede guardar otra lectura: estaban los amigos del autor. Algunos habían venido de lejos. Estaban los fieles amigos del editor como siempre. Estaba, emocionada, la familia del autor disfrutando del tono sincero de lo que sucedía. El presentador estaba cariñoso, cercano, inteligible, sin hablar una sola palabra de el, cosa bien rara. Tenía la cosa un olor a tertulia , pasión intacta por los libros. Olía a verdad y ese, desde luego, no es el olor del éxito.

Los sorprendente es que Valentín Martínez Carbajo, el escritor, conoce ambas realidades y no sufre la tensión de su enfrentamiento. Más le parece que pueden convivir en su cabeza, sin demasiados sobresaltos. A mí me gusta que sea así o a mí me gusta que el lo sienta así hasta que el tiempo le quite lo bailado.

Pd.- Lo que si fue dulce, sin desajustes, fue la visita el día siguiente al taller de Jesús Capa. Tres generaciones; padres, hijos y abuelos sobre los campos de color de un artista que acaba de desembarcar en los grandes grises. Todos por allí comiendo buñuelos y opinando. Mi sobrina Cristina, los hijos de Antonio, la hermana de Jesús. ¿ Exito o Gloria ? ¿ Pasión o bonanza ?. ¿ De que hablan los autores en la intimidad de sus sueños?