Diario de un editor

26 noviembre 2006

futura

Se me ha ido buena parte del fin de semana en enredar con una biografía de un maestro tipógrafo alemán llamado Paul Renner que inventó un tipo de letra llamada "futura" que ha tenido mucho predicamento antes y después de la era digital sobre todo en cuanto cartelería y diseño se refiere. El aprender como primero se dibuja la colección, como se ultimaban las mayúsculas, los acentos y todo me han devuelto al frescor del oficio y mis días del periodismo cuando pasaba horas en los talleres esperando que me enseñaran algo que ellos guardaban celosamente como un tesoro.

Todo porque va llegando la hora de ocuparse de la forma del libro quizás más importante de la colección , esta conversación sobre política con mayúsculas que esta sostenido con la generosidad propia de los sabios uno de los personajes secretos de la época; Jesús Quijano, la sombra ma atrayentes del Felipe González, presidente. Hay que buscarle cubierta, camisa, caja, tipos, maquetación y albúm. Hay que acertar con su forma. hay que cuidar de él, vestirlo y presentarlo como es debido. Llegados estos momentos el escritor se siente alguién. Y no vean lo bien que le sienta al cuerpo eso.

También, después de años, he logrado entrar en la biografía de Astrana Marín sobre Cervantes que tanto me costó encontrar, y pagar, en su día sin que hasta el momento hubiera logrado hacerme con su manera de decir sobre el personaje mas atrayente que conociera nunca. Ha sido en un pasaje sobre la vida de Cervantes en Esquivias, donde pudo encontrar las raíces de su Quijote en un antiguo familiar de su mujer que terminó profesando las órdenes religiosas. Una mezcla de erudición, genealogía, reflexión y cariño del biógrafo me han ligado al texto con un lazo fuerte y cercano, como si de un viejo lugar conocido se tratase. Un buen augurio, para el final de año.

Ya lo ven, ahora me ha dado por los libros. No quiere decir que no haya salido al campo, ni que no haya visto fútbol, ni que no haya comido nada rico. Solamente que cuando hay dudas, uno vuelve sobre los libros.

Como Pulgarcito con sus garbanzos.

20 noviembre 2006

Por razones que se nos escapan el invierno deja pasar el tiempo agazapado para saltar sobre la pieza. Si no fuera por la sorpresa continua de ver que no hay luz cuando uno termina la primera parte de lecturas por la tarde, sin pasar de la seis, como Dios manda, el cuerpo diría que no y que estamos quietos decidiendo si vamos camino de Mojácar o a punto de cerrar la madriguera y abrir la despensa donde guardamos nuestras provisiones de resistencia.

Estamos atentos, lo cual no quita para que con la manta a la cabeza hayamos pasado un par de días en Cuenca siguiendo el curso del Júcar, verde guardia civil que decía Fernando Zóbel, hasta llegar al Recreo Peral donde, desde el puentecillo, puede verse pasar la vida, mientras las hojas del otoño caen planeando, como si llevaran mensajes de jóvenes enamorados. En una pequeña roca, con único rayo de luz que iluminaba el mundo, había un patito tomando el sol. El tiempo y yo nos paramos un momento.

Habíamos ido a cerrar las presentaciones de Juan Bustamante y de su libro " Envios ". Gente amable, hospitalaria y lista ( el Director ) de la Universidad Menéndez Pelayo nos acogió y nos cedió la palabra que nos nosotros utilizamos gustosos. Lo hemos pasado realmente bien con este libro, con las presentaciones, con la amistad que se ha ido afianzando, con la levedad de las cosas y con la bondad del autor. Luego nos fuimos a tomar unos vinos tres generaciones juntas y nos dieron un tomate bien rico. El resto, fuegos de artificio.

Volvimos corriendo a Valladolid para presentar " El tiempo de los emperadores extraños" de Ignacio del Valle, una novela de Alfaguara, amparada por el premio de unas librerías importantes que han decidido intervenir en serio en este emputecido mundo del mercado. Un verdadero regalo. En medio de un universo de amateurs, donde los que se dicen solitarios nos han enterrado un perro, la gente profesional, los del oficio, traen siempre el aire fresco, como si fueran representantes de manzanilla por las rancias tierras de los campos. Los profesionales andan de puntillas, preguntan sobre todo, se acuestan pronto y tienen cogido el aire a los bolos, de los que se alivian sin ginebras y sin aspavientos.

Retengan ustedes el nombre y el apellido. A veces las vida consiente en que se ajusten las cosas del destino. Afortunadamente suele hacerlo en el territorio fértil del oficio. Con los escritores de cajas de ahorro, ni se para.

12 noviembre 2006

palabras

En buena medida la literatura se alimenta de palabras destiladas.
En la ciudad levítica donde vive el editor todavía nos han llegado las nieblas. El otro día por primera vez la mañana tenía escarcha, pero frío y sol no hace daño a nadie. Lo otro, la niebla, puede matarte sino andas listo y es mejor buscar el refugio de la tradición que andar haciendo el hostia por los ismos. En la ciudad del editor la gente toma vinos por las calles para ahuyentar las nieblas y el destino. Las palabras que robe en un bar, escuchando, fueron las siguientes:

--- no nos puede tocar eso. Doce mil millones pueden matar a una persona humana, dijo uno.

--- a una persona puede ser ¿ pero a nosotros ?, sospechó el segundo.

--- yo es que he perdido mucha capacidad de gasto, sentencio nostágico el último.

Cada una de esas afirmaciones estaba destilada. Cada palabra había pasado por su corazón de constructores. En cada reflexión cabía una historia.

Las pocas novelas que el escritor recibe están llenas de muertos asesinados, pistolas y mujeres de dos yemas. A las novelas que uno recibe les faltan palabras. Una sola palabra puede provocar un terremoto.

Llevó ahora en el coche una cinta de Dulce Pontes que me ha grabado Olga Carretón que está cuidando del libro de Jesus Quijano. Hay un fado que se llama " lágrima". Solo oir los primeros acordes, escuchar nombrada la palabra, me lleva en vena a quién me recuerda, con quién la sintonizada y quién me llevaba al cine para ver si viendo " Sostiene Pereira" se me pasaba.

Las palabras, ya se sabe, tienen nostalgia del cuerpo.

06 noviembre 2006

gente fea

Los fines de semana la gente fea toma la calle para decir que existen y que nosotros no teníamos que existir porque es muy suyo identificarse a la contra, como Dios manda. La gente fea toca mucho el claxón en los semáforos, pide calamares y una fanta en dos vasos para los niños, va a los bares mas feos que solo abren para ellos después de misa, odian los productos catalanes, piensan que siempre les están engañando y por eso ellos están legitimados para no dar las gracias. Hay que poner distancia con la gente fea porque tienen la muerte y te la pegan. Cuando menos lo piensas, te han llenado de muerte la chaqueta y ya se sabe que no hay muchas tintorerias buenas para eso.

Lo mejor contra la gente fea es huir, como el tiempo. Cogerse el coche e irse al campo, dar largos paseos entre el otoño, buscarse la vida en la primera hora de la mañana por los parques, encerrarse en casa o leer un libro. Los libros son los grandes exorcismos contra los feos. Uno encuentra un libro contra el mercado, lo abre, cierra los ojos y lee el mundo:

" No tuve tiempo para hacer planes porque otros horrores suspendieron mi futuro, pero ten por seguro que , de haberlos hecho, tu hubieras sido la columna vertebral de mi proyecto".

¿ Quién no ha querido algua vez decir esto mismo delante de un feo ?