Diario de un editor

29 noviembre 2010

andrés

Andrés es el hijo pequeño de mis primos Cecilia y Julio. Va acercándose a los tres años, el final del mayor espectáculo del mundo: el nacimiento del lenguaje. Me le encuentro tumbado en la cama grande, después del baño, espatarrado, gozoso, mientras su madre le da bien de crema por todo el cuerpo, un anuncio de lo que puede ser el paraiso. Sonríe al verme, quizás recordando alguna excursión al parque, o quién sabe porqué asociaciones atávicas en su interior profundo.
Luego la cena, los besos y la noche. ¿ Con qué sueñan los niños ?.
Por la mañana al verme se le ilumnina la cara y dice a modo de descubrimiento :
! papá !.
Nos quedamos todos estupefactos. En seguida su madre reaciona y asocia Julio-papá- otro Julio- papá .
Andrés aplica la lógica que ha ido descubriendo y no puede entender la cantidad de excepciones que tenemos los adultos. Seguramente por ahí tendrá que transitar hasta hacerse con el mundo.
Llegaran los chistes, los engaños, los estímulos y las respuestas. Tendrá que asumir que casi detrás de cada excepción se esconde una persona y que cuando decimos Julio o papá a lo mejor no estamos diciendo lo mismo.
A mí, si me pongo en su lugar se viene a la cabeza, lo difíciles que somos los mayores

22 noviembre 2010

latidos

Una prima mía muy querida, que entra esta semana en la cuarentena, me manda un SMS :
" Ya, ahora. Corre, a lo mejor hay una librería todavía abierta". Y el título:
" El arte de escuchar los latidos del corazón ".
Se trata de un libro, claro. Mi prima es una lectora desde hace años, pero poco sé de sus hábitos y de sus cazaderos. Cuando hemos estado juntos siempre ha reservado un rato largo para, alejada un poco de todos, tapada con la manta del silencio, dedicarse a esta rara tarea de la que no parece desprenderse ningún fruto. Viéndola traginar entre las hojas, la familiaridad del gesto no ofrecía dudas. Nunca me había recomendado un título de modo que fuí a por él con la certeza del aviso.
Lo que ví no me gustó nada. Mal fario. Rústica, cubierta en marrón claro , sello de best seller, título en un cuerpo romántico del peor gusto y capitulares dentro para abrir que hubieran costado el dejarme de hablar con algún compañero del gremio.
Dentro de ese papel de estraza había un regalo. Un regalo para mí, personal e intransferible. Varias historias, unas encima de otras, unas descripciones escalofriantes sobre la discapacidad, una bondad sin límites en el marco embriagador de un país del que apenas sabía nada.
A veces sucede. Yo que llevo más de 20 años intentando reconstruir el camino de mi padre por las huellas que fue dejando, jamás hubiera pensado seriamente en la opción de intentarlo en Birmania. ! Con que delicadeza dice el texto los versos de amor que tanto nos cuesta oír en medio del estruendo!.
Cosas de libros. Esas maravillosas cosas de los libros.

15 noviembre 2010

colillero

Fuí amigo del tío Rivero durante más de media docena de años, el tiempo que pasé trabajando en un reformatorio de menores. Los mejores años de mi vida, pero ese es otro cantar.
El tío Rivero era una autoridad en el barrio. Un hombre cabal e íntegro al que le gustaba que le llevara al centro de rompedor para tomar un par de copas y degustar la presencia de las señoritas inalcanzables que solo salen por la noche.
Hasta llegar a obrero cualificado del sector automovilístico me contó que solo había tenido dos profesiones : colillero y cantante de bautizos.
En los tiempos en que la compañías de catering andaban todavía en el sutil mundo de los neo-natos, la gente pobre aliviaba la falta de músicos y equipos con hombres de copla fácil y bien administrada que hacian llegar la lágrima a aquellas mujer duras de tanto sufrimiento.
De su vida de colillero , sus primeros años laborales, me relató en un par de ocasiones , con la precisión del técnico, el trayecto profesional que comenzaba en la vieja estación y terminaba en la plaza mayor donde estaban los hoteles. Durante el tránsito el colillero se colocaba a popa y así seguía espectante hasta que el caballero tiraba lo que quedaba del puro, el producto mas preciado del sector.
Recuerdo que yo lo pasaba todo a un cuaderno de hule muy bonito , a modo de apuntes antropológicos para que no se perdieran aquellas reliquias del pasado viejo.
El otro día, al entrar a un hospital para mas pruebas y eso, ví a una mujer vaciar un gran recipiente de colillas ( los irreductibles fumadores de la administración ) , meter todo en un bolso grande y seguir su camino que me pareció de tristeza y hastio. No tenía pinta, sin embargo, de enferma mental, ni siquiera de marginada al uso. Nigún parentesco aparente con Diógenes.
Era solo, creo, un doblez del tiempo que vuelve.

08 noviembre 2010

un tesoro

En el traslado de la casa de mi madre ( 83 años ) aparece una pequeña libreta con letra de mi padre que anuncia en su título algunas anotaciones sobre la guera. En realidad, con una caligrafía perfecta y una conservación extraordinaria, se trata del recorrido puntual de aquel hombre durante los años del horror y la verguenza. No hay ni un solo adjetivo, ni una licencia. Comienza así:
" Me evadí a la zona nacional un dos de noviembre de 1938 por el frente de Aragón".
Entre otras cosas el texto deja en evidencia - dicen mis primeras notas - algo sobre lo que muchas veces hemos reflexionado: el hecho literario tiene un gran componente que se nutre de lo no dicho.
¿ Que hizo mi padre entre el 18 de julio de 1936 y el 2 de noviembre de 1938 ? , por ejemplo. ¿ Como pudo mantenerse a salvo de las delaciones o de los encuentros fortuitos con " gente del otro lado" en el que él precisamente estaba ?.
Hay explicaciones de marcado carácter histórico-social que pueden ayudar a entenderlo como el hecho incuestionable de que había mucha gente así, que el tejido social era mucho más fuerte que el político, que cualquier traición podía provocar el efecto dominó, que casi todos tenían algo que ocultar, etc.
También están mis recuerdos de cuando mi padre contaba ( era un gran contador, pero hablaba muy poco de la guerra ) y que a la vista de esta libretilla de notas parecen encajar como anillos recién pulidos. Hablaba de su vida en Valencia emboscado en una pensión con un par de curas y gentes de la FAI; ya no recuerdo bien si era el mismo el que representaba el personaje anarquista o eran los compañeros de pensión. ¿ Que más da ? . Ambas alternativas son de por sí novelas de las gordas.
Queda por último la posibilidad de algún acontecimiento extraordinario, alguna ligazón personal con el mundo de aquellos días, que se convierte como por encanto en cierta. Espionaje, una mujer, un familiar, un hombre bueno. Un milagro. Un hilo conductor en medio de la catátrofe.
Reconstruir el texto, hacerlo presentable, tiene que ver con la profundización en estos tres apartados, aunque a uno le tire más dejarlo limpio, presentarlo tal y como está: desnundo.
Los años cruciales de un hombre al que le quedaba mucho por sufrir. Seguro que a él, entonces, le hubiera parecido imposible.

02 noviembre 2010

Dersu Uzala

He estado releyendo durante el fin de semana la mganífica historia de Dersu Uzala , el cazdor de la taiga rusa , a quién retrató con la dulzura íntima de la amistad Vladimir Arseniev , el militar ruso con el que compartió vida y aventuras. Si recuerdan a comienzos de siglo pasado varias expediciones cartográficas comandadas por Arseniev viajaron por la estapa siberiana para conficionar unos mapas imposible que reflejaban un territorio sorprendentemente lleno de vida y de tigres. Las enseñanzas de Uzala, su filosofia, su visión del mundo, conmovieron al comandante quién se vió impelido a contarllo en dos libros que son ya clásicos en el mundo de la lectura.
Estos libros son necesarios. Por encima de los volumenes que van vomitando al año los ecritores de guardia, estos libros únicos, tan necesarios para el autor como para el lector que se los encuentra, son siempre bien recibidos en un mundo agobiado por el papel y por las publicaciones inútiles.
" Beber a los cicuenta " el nuevo libro de la casa parece que ha caído de pie. En la vieja línea de los libros únicos frágiles, como Uzala para resistir el viento helado de la taiga, el texto de Roberto Olmos merecía convertirse en volumen y así lo ha hecho. Una revindicación de la edad, de la calidad, de la mesura, de las grandes ginebras y del rico entramado social que sustentó el beber durante años, frente a la barbarie del botellón y los que lo prohiben.
Tomando el trago corto que preparamos ( Beefeter-24 con Feaver Tree ) , viendo a la gente gozar del encuentro, a uno de le venía a la cabeza la idea de que no está mal poder seguir haciendo libros.