Diario de un editor

31 enero 2011

Mariano

Conocía a Mariano la noche en que celebraba su jubilación con unos amigos.
Había caido yo por las primeras horas malas en un local como salido de la más pura ficción bohemia. Un lugar ampio, bien iluminado, con maniquis tamaño natural vestidos de legionarios , fotos del tercio, bombas de mano, casquillos de bala, fusiles y metralla. Regentaba el garito un sargento bajito, puro nervio, icono de virtudes castrenses, varado en mitad de la madrugada. Allí todo se pedía por favor y se guardaba el orden. El orden era la puerta de entrada en aquel desbarajuste de gentes que parecían gozar del milagro del oasis. No cerraba nunca . Era el reino del empalme. Aquella noche, para más inri, en el fondo había gente cenando. Como si tal cosa tenían juntadas unas mesas y se distinguian huevos fritos, chuletones y un par de flanes grandes. Era el convite de Mariano; se jubilaba el hombre.
Por alguna razón de azar terminé sentado a la mesa y todavía probé una merluza de pincho excepcional que había cocinado la mujer del que luego se eregiría como el personaje de la noche: un acordeonista de ensueño que interpretó gustoso todas y cada una de las peticiones de Mariano.
Mantuvimos durante años una amistad discreta y sincera. Comimos y jugamos al mus en un par de ocasiones, le invité a la presentación de un libro mío y tuvimos tertulias regulares sobre el 0caso del mundo. Lo normal en estos casos. Durante el tiempo de nuestra amistad Mariano hizo una licenciatura en Derecho e iba por tercero de geografía cuando decididó dejarlo. No tenía tiempo, me dijo.
Basicamente era un hombre de calle : " tengo un alternar raro por eso ando mucho solo. Chupitos de orujo por la mañana, cubalibres de ginebra por la tarde y mucho tabaco " , creo que fueron sus palabras. El humo lo llevaba de un sitio a otro como en una alfombra enloquecida.
El día en que por fin se implantó la Ley recorrió sus bares de confianza y se despidió de los dueños y parrquianos. " Nos salgo más, así no juego" sentenció, según pude saber por el legionario.
Fue todo. El domingo le encontraron en su casa con la cara típica que se les queda a los del infarto.
El alcohol hace su trabajo, sostengo.

24 enero 2011

animales

Hasta San Anton, Pascuas son, dicen las figurillas de mi nacimiento, para que no las quite y las meta en la caja hasta el año que viene. Bueno, digo , sabiendo que me hacen mucha compañia, que estaría encantado de tenerlas todo el año conmigo y no me atrevo por el que dirán y eso.
Pasado San Antón se acaban las disculpas pero siempre queda algo para alargar el asunto. Este año como viene mi prima Cristina y su hija para oir un concierto de Falla muy bonito pues ya está. Se quedan hasta Febrero dando calor al salón y cuidando la casa cuando me voy a trabajar, mayormente.
No obstante pienso ya en su cuidado por la hibernación que se viene encima. El tío de las gachas que es el decano, la figura que me ha regalado Paula este año, el tigre que tenemos adoptado, la mula y el buey, los patitos...
De pronto me doy cuenta de la cantidad de animales que forman parte de mi entorno. De mi perro y de mi gato que ya se han ido. De Homer, de Maul que tambien se fue sin hacer ruido. Los animales para alguans generaciones son un referente vital, algo nuestro, la alegría, tantas veces, de la huerta.
Confundir un animal con una persona es un error insoportable. Confundirlo con una bestia, un delito. Los animales, así de cerca, nos hablan en un lenguaje que se perdió hace mucho y del que algunos niños son depositarios. Una lengua franca mediante la cual se comunicaba el universo.
Por las noches cuando enciendo la luz del nacimiento y me quedo mirando las figurillas de los animales siento que voy a romper a hablar con ellos, igual que se siente que uno va a romper a correr después de largos meses de enfermedad y desánimo.
Los animales, ¿ como decirlo ? siempre están dispuestos a escucharnos.

15 enero 2011

ancianos

Voy a Palencia para ver la exposición permanente de Díaz Caneja, uno de esos quehaceres atemporales pospuestos permanentemente hasta que das cuenta de la importancia que tiene reservarse unos días de vacaciones en enero.
Caneja era un pintor fácil, previsible. Un pintor cabal que fue cubriendo sus etapas con talento, haciendo lo que tenía que hacer por si salía algo importante en el camino. Uno va viendo como mejora, como se torna cada vez más auténtico, despojado poco a poco de artificios. Uno se deja ir por los cuadros parándose y allí , como si tal cosa. Pasando por el tiempo de su arte. Pasando el tiempo.
Me acerco para ver un cartel explicativo de su mujer y cuando doy la vuelta me choco de bruces contra tres óleos maravillosos; unos paisajes de color, un toque de amarillo por el me imagino que debe merecer la pena haber vivido. Doy un pequeño grito ante tanta hermosura y me doy cuenta de que estoy solo frente al cuadro, solo en la sala y pienso: este hombre pintó los cuadros con más de ochenta años. El último muy cerca del día, siempre preciso, de su propia muerte.
¿ Que sentiría al saberse tan lleno de color en un cuerpo que se acababa. ¿ Que sentiría sabiendo que había llegado el momento esperado durante toda una vida, precisamente ahora que escasean las fuerzas ? Dios mío ¿ que pensaría aquel hombre tan guapo ante la ruina ? Tanto belleza creada cuando tenía que irse huyendo como un bandido.
Es en presencia de la belleza cuando nos damos cuenta de todo lo que ignoramos sobre nuestros ancianos.

07 enero 2011

misterio

Repetición y silencio es la mezcla cabal para adentrarse en los territorios del misterio.
De la repetición decía Marco Aurelio , el emprerador, que solo era patrimonio de los grandes. Del silencio, digo yo, que es el gran ausente de nuestro mundo.
Desde que se estrenó , cada año, por navidades, me guardo una tarde para ver " El Gran silencio " la película de Philip Groning sobre la vida contemplativa de una comunidad trapense en los Alpes. Hay una secuencia, larga como todas, que me tiene cautivado: un monje, por la mañana, se dispone a pasar unas horas entregado al estudio. Sobre la mesa coloca el atril, luego los libros. Lo hace con una meticulosidad tal que parece como que tuviera todo el tiempo del mundo; como si tuviera las horas del día para hacer eso. Hay una concentración poderosa que va invadiendo la escena. Entonces el joven monje comienza a leer. La cámara todavía agunta un par de minutos. Uno se encuentra anonadado tanto por lo que ve, como por lo que intuye. Algo que suena en él, sin él. Deberíamos abandonarnos con coraje a esta categoría de intuiciones.
Silencio y repetición eran también componentes del escenario de los escritores. La época ha arrasado con todo. Así entregan lo que entregan para que lo conviertas en libro.
En las cenizas duerme el misterio. El editor tiene la obligación de decirlo de vez en cuando.