Diario de un editor

29 octubre 2007

clásicos

Entre los temas de mi adolescencia literaria, figuraban, claro, las castañeras y el día de difuntos, que vienen envueltos en las mismas horas fronterizas, con el invierno, el cambio de luz y los libros que han estado esperando para su lectura en cuanto llegara el frío.
Por entonces eran temas melancólicos sobre el paso del tiempo, un asunto que no conocíamos y ahora nos traspasa como un cuchillo; la flor de los cuchilleros y ahora les tapa la tierra.
Ahora son temas a evitar, porque en los puestos se ponen castañeros jóvenes- he visto hasta algún negro- con lo que nos resulta imposible enlazar un tiempo con otro, en el que no queda nadie, verdadero síntoma de una devastación que nos alcanza por momentos.
En cuanto a la muerte, todo son sorpresas, como Dios manda. Hace ya un tiempo que cuando voy al cementerio, amén de la rosa para mi padre y para mi hermana, compro otra y se la pongo a un hombre que conocí poco y me quiso mucho. Un secreto mínimo, ciudadano, elegante y generoso que me ha hecho a mi mejor y a el inmenso. Me ocupo ahora de cuidar de su memoria, como la de los míos, ya ven por donde.
Para el editor son días de pensar en don Juan Tenorio. En la autobiografía de Zorrilla ( Recuerdos del tiempo viejo ) que es muy bonita, en su precariedad económica, en los nuevos listos y en los viejos ladrones del talento. Enn fin, en lo de siempre.

22 octubre 2007

decir

Hace algunos años la madre de unos amigos me pilló en la cocina de su casa en el descanso de un derby futbolístico. La mujer, que era mas amiga mía que mis amigos, intentó decirme que estaba muy mala, que le habían dado unos análisis y que no sabía que hacer; que no sabía nada. Yo le dije que se animara y volvimos al salón. A los pocos meses murió de un cáncer galopante que se la llevó prácticamente puesta. Fue sin duda el momento mas indigno de mi vida, y he tenido los míos. Aquí nadie se va vivo. Tuve la enorme desverguenza de no dejarla decir lo que necesitaba decir, como si tal cosa.
Leo ayer que Maragall ha dicho lo suyo, con sus maneras, en un gesto que le enoblece, que enoblece el senny catalán, que nos deja prendados y que le devuelve toda la autoridad que nunca perdió, salvo para los que opinan todo el día sin respiro alguno, como si fueran supermecados del pensamiento fácil. Maragall ha dicho lo que tenía que decir, ha nombrado la bicha y nos ha hecho un favor todos; a los que no sabían como decirlo y a los que nos preguntamos como lo vamos a decir el día que nos toque.
Tengo para mí que la literatura es eso. La resultante de lo que tenemos que decir como imperativo. Como algo íntimo que pertenece a nuestras profundidades y que reclama su salida a flote, su puesta en común, producto de su vocación expansiva. Hay en el gesto de Maragall toda la dignidad que le faltó al mío. Por eso le estoy doblemente agradecido.
El autor oye algo en él, sin él, y necesita decirlo. Decirlo se convierte en el centro de su vida. Lo que tiene que decir va destilándose y termina por tomar cuerpo. Entonces el editor lo hace cierto. Eso es todo.

15 octubre 2007

tercera

Cormac McCarthy pertenece a la clase de autores empeñados en dar la luz justo cuando nos estamos volviendo a quedar dormidos. Aligerado por vientos helados que nos resultan familiares va delimitando las orfandades que creímaos ya ocultas bajo las horas y los días. Dice :

" La hostilidad del mundo le resultaba tan fría como debe de serlo para todo aquel que ya no tiene para combatir otra cosa que así mismo"

Y mas adelante:

" El anciano se levantó con esfuerzo de la mecedora y se puso la Biblia bajo el brazo. Hasta levantarse de la sila cuesta trabajo. Parece increible, ¿ verdad ?".

La vejez es básicamente sorpresa, alteración profunda que supone saber que eso también te ha pasado a tí. Que el pacto infantil que crías tener se ha desinflado como un globo y que la muerte es ya algo mas que un viejo fantasma con el que teníamos algunas cuentas pendientes. En la vejez la gran cuestión es como volver a interesararse por el presente.

Para el editor lo sorprendente esta en las pocas novelas sobre la vejez que recibe. Alguna que otra de la tercera edad, donde los protagonistas se sienten jóvenes y no saben si matan o espantan, o algunos tristes retornos al pasado para cuadrar cuentan que nunca cuadran.
Los secretos de la vejez se los lleva la época para venderlos en Africa como si fueran medicamentos caducados. Los escritores cuando llegan a la vejez cierran la tienda y se quedan tan cojonudos. Quizás sea una demostración más de lo pendientes que andan con el éxito.
El viernes presentamos un libro que está en su edad y eso resulta una garantía de funcionamiento. Un diario campero de un inglés pescador que nos ha leído bajo la claridad de los amaneceres en los río emboscado, quieto, viendo pasar el agua de las estaciones con su colores.

02 octubre 2007

una cierta constancia

En medio de un descomunal catarro de otoño que va para las tres semanas sin médico me entrego durante la cama del fin de semana a la lectura de Cormac McCarthy en su trilogia de la frontera. Otro de los que no concede entrevistas ni cobra por las bodas y bautizos de los hijos. Dice : " todo valor es una forma de constancia. Lo primero que abandona el cobarde es a si mismo. Después de esto, todas las traiciones resultan fáciles".
Como aquel viejo coronel Aureliano Buendia que promovió 32 levantamientos armados y los perdió todos, así los que hacemos libros por una cuestión mas allá de la cuenta bancaria. El editor que yo conozco hace libros como una forma de resistencia. Cada libro una barricada, cada proyecto una estocada a la muerte que nos las va guardando. Resistir contra la prensa diaria, contra los grandes hermanos, contra la ciudad entera. Guardar en cada libro un secreto del corazón por si lo encuentra su destinatario después de tantos años. Hacer un libro no es mucho más que una forma de dejar claro que uno no ha declinado de si mismo. Que sigue ahí, justo en el punto anterior a a quel en que le ofendió la vida para siempre.
Tiene el editor que yo conozco una fe ciega en el libro que presenta en Octubre. El diario de pesca de un inglés loco, miembro de la resietencia internacional con por cubierta de Fernando Zobel y unos monos auténticos de Luciano Esteban. Es tan bonito que da en dudar que sea suyo, que lo haya imaginado así durante mucho tiempo. La valentía nos transforma. Esa extraña forma de constancia nos transfigura y deja pasar la vida que todos llevamops dentro.
Yo, ya les digo, hago libros como quién hace un gesto amable. Como quién desafia a la barbarie.