Diario de un editor

29 septiembre 2008

atascados

Gonzalo Hidalgo Bayal es un señor extremeño que ha escrito la novela que tenía que haber escrito yo y nos hemos quedado todos tan contentos. Es la novela del padre de los cincuenta, los gandores perdedores de la guerra, los que tuvieron que descubrir lo que escondía la victoria y eso. Sus campos de amapolas blancas es un escrito contenido, elegante, destilado en profundidad. Da gloria verlo en medio de la mediocridad hiriente de los días literarios, en los que unos viven de los otros. Un mamoneo, que dicen ahora.
Acabo de leer otra novela suya, delicadísima, con un dolor tan claro que impresiona. Un hombre baja en una estación de tren una noche cerrada para pedir un poco de agua en la cantina. Fiado de la palabra , pierde el convoy, y sin dinero, ni documentación , queda atrapado, por la necesidad. Va y viene por una ciudad fantasma sin nadie que le oriente, que le vuelva a poner en el camino. Un día y otro día.
Los hombres tenemos tendencia a quedarnarnos atascados en algún sitio extreño del destino. En la adolescencia, en la desgracia, en alguna mujer, en el vino agrío. En la madre. De pronto encallamos y vemos pasar la vida sin podernos subir de nuevo. Se nos va. Quedamos atrapados. Entonces es cuando morimos por primera vez. El resto ya solo son secuelas de esa muerte tan extraña como natural entre nosotros.
Solamente el otro puede sacarnos de la trampa en la que hemos quedado atrapados. Un empujón, un soplo de aliento, una palabra o un beso. Ese misterio de depender del otro, es el origen de cualquier moral que se precie de serlo. El resto autoayuda barata de vendedor de feria.
Tiemblen los escritores. Gonzalo Hidalgo existe. Yo lo he leído.

16 septiembre 2008

orden

Se ha dicho poco, sorprendentemente. En las profundidades del hombre anida un miedo atroz, atávico, a la hipótesis de que el mundo, el universo, carezca de sentido. Que no exista un un orden y mucho menos una armonia que nos permita buscar y ocupar un sitio en la sinfonía general a la que pertenecemos. En buena medida la vida del hombre se justifica por el esfuerzo, aun desdichado, para encontrar un orden que sirva para todos. Su mejor expresión , es el horario, desde luego , pero también sirve, como en mi caso, intentar que los libros sean bonitos, que acojan la bondad de lo escrito.
El golpe helado que ayuda a instaurar el vértigo de la ausencia de orden interno es la enfermedad. La enfermedad, en un momento , nos pone contra la pared, contras las cuerdas del destino y de pronto, por perder, perdemos hasta el rostro. El hombre entonces, sus familiares , sus amigos, enmudecen ante las bestialidad, aprietan los puños y ven. La vida les permite ver las entrañas del misterio. La enfermedad no es solo lo que nos permite tomar un iuprofeno.
A mi hermano Miguel le han metido doce horas de quirófano para intentar lipiarle un cancer en la boca. Duerme ahora en la UVI ganando tiempo. Cuando se despierte libraremos la batalla de la recuperación que no es otra que la de devolver el orden a su mundo. Si le dan una sola oportunidad ( y parece que tiene mas ) va a ganar esa batalla y todos nos quedaremos mas tranquilos.

01 septiembre 2008

extrañamiento

Acción y efecto de extrañar o extrañarse.
Sucede a veces- ustedes saben seguramente cuando- que uno va por la calle y se ve invadido por una situación de extrañeza de no saber muy bien que pinta aquí, como de ver las cosas por primera vez, sorprendido ante su propio mundo que encontraba tan seguro y es posible que descubra entonces que es un extraño en su propio universo, un extranjero en medio de su patria.
Esta idea tan comun en las mas diversas religiones parece remitir a un mundo anterior, a un bosque originario, donde verdad uno era el que es, y de paso nos encamina al deicidio que es la tarea mas embiagadora para el ser humano en sus mas diversas fomas. Esa sensación de extrañeza tan repentina como cierta nos empuja hacia lugares habitados fundamentalmente por el vértigo.
Sin embargo lo mas duro se encuentra en la íntima relación entre extrañar y extrañarse. En ese acción y efecto que resalta la academia y que parece avisar del verdadero peligro:
extrañar puede ser la puerta abierta para extrañarse. Desconectar de la vida siempre ha sido el gran peligro. Reciban pues un cariñoso saludo desde esta parte.