Diario de un editor

19 octubre 2010

desaprender

El profesor Perez Royo ha reflexionado el pasado sábado sobre la íntima relación entre la crisis económica y el momento político. Su hipótesis central viene a decir que la crisis ha puesto en evidencia la falta de poder de los gobiernos, y aún de los estados, lo que ha incidido, logicamente, sobre la credibilidad, generando una suerte de desafección generalizada hacia la política. En su propias palabras :

" Cada vez crece más la distancia entre lo que el estado puede hacer hacer con el poder que realmente tiene y lo que tendría que hacer para dar respuesta a los problemas a los que se enfrentan los ciudadanos que han elegido a los Parlamentos y Gobiernos ".

Viene a concluir con la admisión de un círculo vicioso y la incapacidad que parece imperar para salir de él. ¿ Que hacemos ?

El editor entiende que para empezar hay que singulizar la pregunta. Solamente desde ese singular podremos ponernos a desaprender, una de las tareas centrales de la edad adulta. Retomar el hilo del lenguaje. Volverse hacia atrás hasta encontrar el camino de la continuidad roto violentamente por los sacerdotes del dinero no hace tantos años. Tomar conciencia de que una casa solo sirve para vivir en ella, que frente al salario hay que revindicar el tiempo, que no todos los problemas dentales requieren un trasppante y que para ver el otoño de las médulas no hay que hacer 14 horas de vuelo y cruzar el mundo. Que hay que cerrar filas con el que tenemos a nuestro lado y leer con sosiego en el sillón del domingo mientras nos llegan los resultados del fútbol.
Solo desde ahí resulta viable el salto hacia el nosotros.

13 octubre 2010

extensa

Días de puente en Cuenca. Por la mañana muy temprano, con las primeras luces, subida al Puente de San Pablo camino de la catedral para estar un rato mientras la misa de los canónigos. La luz que se filtra por unas vidrieras de Bonifacio es tan de verdad que da calor de manta echada sobre las rodillas. Luego me dejo acer por la bajada de las Angustías hasta el recreo peral y sigo por la orilla del Júcar donde Zóbel pintó el río. Al final me encuentró con mi prima Julia y volvemos hablando.
Días después, en una tertulia del diez en casa de su hermano, vuelve el tema de la familia extensa y alguién pregunta de donde vienen esos familiares que tenemos en Chile y a los que solo un pocos han visto alguna vez en la vida. Me quedó encargado de rastrearlo. Veamos:
Los bisabuelos Gregorio y Remedios vivían en el Banco de España en Madrid de donde él, que venía de las montañas de León, era ordenanza. Remedios madrileña de postín, hija de un médico que les dejó huerfános enseguida. Tuvieron tres hijos: Pepe, estudiante de Medicina que murió cuando le faltaba un par de asignaturas de un algo que cogió en San Carlos de alumno inrterno, María Luisa que fue nuestra abuela y Cristina que casó con Juan Guisex un escritor de prestigio, catalán, republicano y masón a quién Remedios llegó a quemar el mandil literalmente. Dada la militancia y con la guerra en marcha se fueron a Chile con su dos hijos pequeños Juan y Pepe. Esos son los parientes. Uno de ellos viajó a España con la intención de buscar apaño para volver e hicieron un periplo sin mucho éxito por lo que se vió despues.
Una novela como tantas. Solo falta un escritor que no la desmerezca.
El editor espera. Uno de sus quehaceres preferidos.

04 octubre 2010

postguerra

Cena con unas antiguas compañeras universitarias que han venido a ver exposiciones en la pequeña ciudad y a dejarme un poco de su cariño extrañable y lejano. La conversación se abre culta desde el primer momento y una de ellas, con una humildad y austeridad envidiable, hace un recorrido que va desde Berruguete a una dolorosa de Pedo de Mena, pasando por Fellini, Catalá Roca , Cencelles y Oteiza para desembarcar en "Postguerra" el libro clave de nuestra época firmado por el historiador Tony Judt. Nos cuenta que acaba de pasar un par de meses en Brasil viendo a sus hijas. Dice:
"Hay sitios donde necesitan trabajo cualificado. En este mundo global será la solución para muchos de nuestros jóvenes".
Luego vienen los recuerdos y las anécdotas de la época. La mirada atrás siempre tan peligrosa como alentadora. Nos reímos y gozamos con nuestras presencias. Un gin- tonic en la propia mesa y a casa.
Casi al finalizar- no se porqué recuerdo de Angel, Delibes y el periódico- nos confiensa:
" Yo nunca he podido ver " Los santos inocentes". Ls imágnes me producían una angustia muy especial. Vengo de una familia tan pobre como esa. Me he criado sin agua ni luz. Siempre con becas y a punto de quitarmela mi padre o las monjas. En la propia universidad tenía que dar clase a las mas torpes de la residencia y como no aprendían , me obligaban a examinarme por ellas. De lo contrario, a casa. Daba de comer a los hijos de los amos y a mi no me daban. Ni pan siquiera."
Corta como si tal cosa y salimos a buscar un taxí. Me dejan a mí delante con Amparo y las oigo reir un poco con la ironía de los años.
Después de escucharla la sabiduría artistísca del principio se ilumina. El magnífico rato que nos ha hecho pasar con sus aportaciones cobra una dimensión heróica. Cuando finalmente me duermo entiendo que la gran misión del pasado no es otra que iluminar el presente.