Diario de un editor

30 junio 2008

el negro Varela

Obdulio Varela - el negro jefe, el negro Varela- es, sin duda, el personaje literario mas importante de la historia del fútbol, del que han dejado constancia muchos pero nadie mejor que Oswaldo Soriano en su relato " El reposo del centrojás".
El negro Varela fue capitán del Uruguay que ganó a Brasil en Maracaná en 1950 la final del campeonato del mundo y que se pasó la noche bebiendo caña y pidiendo perdón a los aficionados brasileiros por el daño que les había hecho. Fue un hombre de una pieza que siempre jugó para los pobres y a quién se le ofrecía doble prima que al resto y el la igualaba, claro.
Durante estos días me ha asaltado la similitud de Sena con Varela, máxime cuando he leído que en el día de descanso de la selección Sena se fue a comer con un amigo de la infancia que jugaba en un equipo de la tercera divisón austriaca. Un tipo.
Sin embargo, lo mas literario del torneo han sido los arrumacos de los príncipes y el beso de la reina al rey en la final quitando gente del medio para poder abrazarse con el que ha sido su hombre durante tantos años difíciles y gratificantes. Somos maduros para ganar y somos maduros para enseñar nuestras emociones. Parece que hemos dado carpetazo a una adolecencia demasiado prolongada, demasiado cargada de culpas y veladas envidias. Somos adultos que es lo que alguién debe ser en cuanto tenga que relacionarse con alguién mas que con él mismo. Estamos mas cerca del negro Varela. El negro jefe. Bien mirado tambien Luis Aragonés puede arrogarse el parecido.
¿ Donde se tomaría la última copa, solo y a gusto, el viejo míster ? ¿ Donde se la hubiera tomado Obdulio, llegado el caso?
Enhorabuena a todos.

23 junio 2008

el otro

El otro, el que no soy yo. El único capaz de reconocerme. En estas dos afirmaciones, en su desarrollo moral, se esconde el corazón de la ética en la medida en que nos impone como valor primordial el ser otro para los otros. En fin , cosas de judíos que dirían algunos. Ya no se habla mucho de todo este problema que ocupó tanto la literatura europea tras las guerras y que dió lugar a páginas inolvidables como las de Levinas sobre la ética del rostro que me vinene ahora a la cabeza. Esas páginas están condenadas a los exámenes de estado, cuando menos.
Pero no voy a eso. Lo que me impresiona es el encuentro con un otro que podíamos ser perfectamente nosotros. El enfermo que no ha tenido suerte, el que se dejó vencer, el gordo que era tan buen extremo en el colegio. Sobre todo el que ha logrado ser el que debía ser, siquiera desde nuestra humilde posición de observadores. Leer el artículo que podíamos y debíamos haber escrito nosotros, firmado por otro, cuando la envidia ha desaparecido de la escena, lejos de deprimirnos nos llena de orgullo y de satisfación. Nos da ganas de llamarle por teléfono, decirle que somos de la misma edad, que cursamos los mismos estudios, que la sensibilidad nos solpla del mismo lado; que gracias a Dios que el ha podido escribir lo suyo y que me siento representado en el resultado. Que él ha sido un otro para mí y que le estoy preofundamente agradecido. Leyendo una página de Enric Gonzalez sobre el calcio italiano, sobre un forofo en particular, sobre una pancarta en su honor, he pensado en todo esto. El había escrito lo que yo debía haber escrito y me rconocía en ello. El otro, ¿ me entienden ?.

17 junio 2008

certeza

Junio es la certeza. Las primeras horas de la mañana en junio, guardan la promesa intacta de la vida y uno va y viene por el mundo, si se levanta, como por una territorio virgen , por una luz no usada, por los pasadizos secretos de la unidad, arropado de amapolas y de otros colores que le traen y le llevan, meciéndole, por el territorio de la infancia. En junio nunca parece demasiado tarde, a nadie le sorprendería que se le apareciera la virgen y le hablara por su nombre y todos con los que te cruzas parecen personas. Gentes de la misma tribu en busca de bisontes. Junio huele a victoria en medio de la devastación absoluta en la que se va convirtiendo la existencia.
Son días para venir andando al trabajo con los versos del poeta como que fueran el bocadillo amoroso que nos daban para burlar la mañana dulce del colegio:
Dichoso el que un buen día sale humilde / y se va por la calle, como tantos/días más de su vida y no lo espera/ y, de pronto, ¿ que es esto ?, mira a lo alto / y ve, pone el oído al mundo y oye,/

09 junio 2008

escenas

Media tarde del sábado. Una llamada avisa de una urgencia familiar. La famosa tía se ha caído y esta tirada en su casa con la puerta cerrada por dentro y la cena haciendóse a fuego lento en la cocina. Ochenta años y vive sola. Ha llamado por el inalámbrico. Hay que avisar a la policia, al cerrajero, y nadie más, porque no tienen a nadie mas que a su hermano también mayor y con la cabeza en algún sitio que el solo sabe. Tras un par de horas finalmente la puerta cede y se ilumina la escena. Ella esta allí tirada en el suelo dando voces de mando, riñiendo al cerrajero por su impericia, hablando de dolores crónicos y de dinero, de patrimonios rústicos y de relaciones sociales. Huele a gato y a polvo. Parece que todo va a derrumbarse en cualquier momento. Que todo va a venirse abajo como un castillo de naipes. Uno, sobrecogido, anda buscando el hilo conductor, la piedra angular de lo que falta, el origen de la devastación, el tiempo. Finalmente descubre que es la dignidad. La dignidad perdida; lo que hace que un hombre o una mujer estén legitimados para seguir viviendo.
Los hijos deben cuidar de la dignidad de sus padres mientras vivan y de su memoria cuando hayan muerto. Esta lección está aprendida. Nadie podría robármela. El problema esta cuando cuando falta alguno de los protagonistas, cuando estos hacen dejación de sus funciones, cuando el destino se tuerce, cuando la vida se cobra sus deudas, o, simplemente, cuando se va muriendo como uno ha sido.
En todos los casos la literatura tiene mucho que decir. Si en la escena que me persigue la tía hubiera estado con un libro en la mano, con un bonito libro, con una bella historia entre los dedos
la dignidad, creo yo, no hubiera tenido tan fácil la huida, ya ven lo que son las cosas.

02 junio 2008

cortesia

La cortesía como encuentro ceremonioso entre personas presupone reconocimiento de otro, un cuidado especial para no disturbiar su orden y concierto. La cortesía es el augurio de algo importante que está por venir. Presupone la vestidura y la investidura para recibir al otro. Dota de importancia su presencia y nos prepara a nosotros mismos para su recibimiento. La cortesía llama a la importancia de la forma, frente al oscurantismo del fondo. Llama la atención sobre la profunda mentira del que cree que desabrochándose los zapatos ha quedado liberado. Nada mas difícil de sostener que el viejo aforismo sobre la cuestión: lo cortés no quita lo valiente. Sobre todo porqué , en el mundo en que vivimos, realmente lo valiente es ser cortés. Incluso empezando por uno mismo.
Esta semana comenzamos la andadura de un libro sobre Clauido Rodríguez, el poeta zamorano. Papel y diseño de Segundo Santos el artesano de Cuenca y selección e introducción de Juan Manuel Rodríguez Toval. Ciento cincuenta ejemplares. Como en cada ocasión serán muchos los asuntos a desbrozar, algunas incomprensiones, bastantes satisfacciones y bien de horas de trabajo. No hay otro territorio donde faenar con seguridad mas allá de la cortesía. Así ha sido otras veces y todos tan contentos. Crucen los dedos. Comienza el espectáculo.