Diario de un editor

11 diciembre 2006

silencio

Al parecer, de forma misteriosa, el silencio se ha instalado en las navidades oficiales que ya lo son mucho antes del día de la lotería que era cuando empezaban antes. "El gran silencio", el documental sobre la vida de los cartujos, bate records de taquilla frente a los dibujos animados y los crímenes seriados, mientras los jóvenes escritores titulan con el silencio sus blogs a modo de botella de naúfragos. No me ha quedado otro remedio que ir a buscar al rincón mas mío de la biblioteca y sacar el librito de Pierre Etienne, el monje francés que traduje hace ya un montón de años y que se llamaba precisamente así: " memoria del silencio ". Luego, claro, han llegado los recuerdos.

Conocí a Pierre Etienne en noviembre con 25 grados bajo cero en su monasterio, Taizé, cerca de Cluny, corazón francés de lo que hablamos. Era ya un hombre de edad que se había enclaustrado mayor, después de ejercer la arquitectura por unos años. Apasionado de la literatura, dicen mis notas que hablamos de Capote y Borges que le gustaba mucho. También del frío, matizando que era una ola y que dentro se pasaba bien y todo era muy apacible y lento. Tuve la impresión de que había estado en presencia de un hombre bondadoso, un espíritu realmente mensajero. Al despedirnos me regaló unas notas que dicen:

I.- No forzar la voz. Habías creído - la época era tumultuosa - que convenía elevar el tono. Eras completamente incapaz. Más valdría dejar que se restableciera el silencio y volver entonces a cantar, como un grillo después del paso del rebaño.

II.- Remontar el hilo del lenguaje- no para no se qué descubrimiento semántico, ni para robar el secreto de Dios- sino para reencontrar tu propia semilla y fructificar.

III.- Las palabras descubrían las branquias de los pulmones, las contracciones del corazón, el estremecimiento de los músculos.

IV.- El poeta se sorprende al oír un sonido imposible de localizar. Todo lo que habla solamente en él y sin él.

Seguramente por ese bosque haya que buscar la clave. Quiero decir que en el silencio habitan las palabras. Duermen hasta que las necesitamos y pedimos que vengan en nuestra ayuda. Quizás sea que llevamos mucho tiempo sin hablar entre nosotros.

03 diciembre 2006

revindicativo

Hace años traduje a un viejo poeta francés inédito en España. Fue una experiencia maravillosa. En un momento decía:

Dichoso aquel que está en paz/ con tocar la corteza de un árbol/ el oye el eco de las consonantes/ desgranadas en el claustro del viento/ El guiño del paraiso se inscribe en el fondo de los cauces.

Hay lenguajes distintos para entrar en el universo de las cosas. Con el lenguaje poético merodeamos a veces el silencio y con este celebramos las prórrogas que le ganamos a la muerte. Como se le atribuye a Carlos V, tenemos un idioma especial para hablar con Dios y con las madres.

Odio a muerte el lenguaje revindicativo. Lenguaje que nos habla de tú, lenguaje defensivo, agrario, ofensivo y soez que necesita comenzar por ofender la tarea de los otros para mendigar después sus pretendidos derechos.

Hablan este lenguaje los mercachiles, los bebedores de coñac, los de los sindicatos, algunos autores y , en general, los que tienen por tarea principal apestar la tierra.

Uno de los secretos destinos de los vidas consite en encontar nuestro propio lenguaje. Aquel que nos permite entendernos con los animales y las cortezas de los árboles.

Insiste el poeta:


No tatuarse palabras/ fabricando máscaras/ adornos de orgullo / Dejar macerar las palabras al corazón de la noche/ No quitar la vista de su masa/ siempre preparada a incendiarse/ como un gran fuego de maleza.