Diario de un editor

19 diciembre 2005

amable

Hay que ser amables. La amabilidad es una de las grandes armas del caballero en nuestros días por contiene mucho de gratuidad que es la esencia de la vida. El que ha tomado la decisión de ser amable escapa al control del poderoso por lo que tiene de imprevisto y en esa falta de previsión para con sus actos, el caballero puede jugar fuerte en su intento de parar el mundo y contemplar la vida. El que recibe el don de la amabilidad suele sentir que ha llegado a puerto y que es hora de descansar un rato en la contemplación del rostro del otro. La amabilidad provoca el encuentro, genera confianza, vulnera las leyes del mercado y nos conmueve. Nada mejor que la amabilidad para sentirnos vecinos en este viaje a ninguna parte.
El otro día en Avila fueron amables con nosotros. Mis amigas Laura Costa y Elena Sánchez que organizaron el acto, la Administración que nos cedió una sala preciosa en un antiguo palacio rehabilitado, su representante que compró un libro, los oyentes , los pequeños oyentes que acudieron con sus padres, el ordenanza que cuidó de nosotros y de los detalles. Unas pocas personas interesadas convocadas por el misterio de un libro. Unos y otros encantados de estar juntos. Hay que ser amables sin interrupción . Ya les digo.

12 diciembre 2005

Zobel

Fernando Zobel debió llegar a Cuenca a mediados de los sesenta, según mis recuerdos. Hacía años que Cesar Gonzalez Ruano había escrito un libro muy bonito que llevaba por título " pequeña ciudad"y la plaza mayor estaba igual, con mucho encanto y unas cuantas mesas donde las gentes tomaba café e intantaban hacer tratos. Estaba prácticamente muerto y era de un gris sin formas. Un gris con mucha grasa que percibíamos incluso los niños. El mundo estaba enfadado y bebían cañas con tapas generalmente de garbanzos torrados o cacahuetes.
Zobel compró una casa de la familia y le regaló a mi primo Julio unas acuarelas, según me cuentan. Luego empezó su magisterio elegante, distante, cariñoso y culto, muy culto. Tenía esa fragilidad de los grandes y se entregó a la ciudad después de entregarse a sus gentes. Nadie que tuviera un proyecto se quedó sin mecenazgno. A los que no tenían proyecto y tenían talento, les acogió igual y fue mostrando cosas hasta que se hizo con ellos. Tuvo el valor de convencernos de que el buen gusto no era reacionario. Para aquel tiempo, una lección profunda.
A mi amigo Segundo Santos, le adentró en el mundo del papel, según los cánones artesanales y le mandó por Cataluña para que viera los últimos molinos que funcionaban. Cuando volvió ya intuía como hacer el papel más bonito del mundo en el que luego grabarían todos , incluido Zobel.
Yo ya sabía entonces, cuando pasabamos las tardes en el primer taller de la calle pilares , bajo una higuera grande que sostenía las horas, que algún día haría algo sobre el papel de Santos.
El próximo viernes en Avila, presentamos el tercer libro de la colección que saca cada año 15o ejemplares impresos en papel artesano hecho a mano en el taller de Segundo Santos en Cuenca. El papel interior, de algodón y lino; el exterior de lino con yute. " Sobre las hadas" , un viejo texto de Chesterton que habla de la esencia del ser occidental. Pero de eso nos ocupamos otro día. Hoy solo quería decir que Zobel me enseñó a disfrutar de las cosas pequeñas ( las únicas que me interesan ) y a intentar vivir las ofensas de la vida como si cosas de del camino se tratase.

05 diciembre 2005

libros de encargo

Entre los editores, los libros de encargo han tenido siempre mala prensa. Parecen enfrentados a la creatividad, al gran descubrimiento de un escritor novel, al suave murmullo lírico del mundo. Un libro de encargo es poco menos que una ofensa, un recordatorio de que en polvo eres y en polvo te has de convertir.
Trabajamos estos días sobre un libro de encargo en relación con un evento motero importante y curioso. Muchas horas de ordenador, reuniones y eso. De pronto uno se da cuenta de que el libro va tomando forma, encuentra la cubierta, su orden secreto, le llegan los olores personales de la gente que compone el pequeño equipo, come con ellos, sus cosas entran en tu mundo, se alcanzan los pequeños hitos del calendario que nos hemos marcado, el proceso, la imprenta.... . Hay mucha dignidad en este quehacer ordinario, de segunda fila. Un descubrimiento del oficio y de la cotidianidad, de la que estamos tan necesitados.
Entonces muchos de los autores van colocándose en su lugar. Víctimas de si mismos, enfrentados a la gran mentira del éxito, se revuelven contra el destino. Como en la vieja milonga:

el destino no hace acuerdos/ y nadie se lo reproche / ya estoy viendo que esta noche / vienen del sur los recuerdos/

No me interesa. Valga aquí mi homenaje a los queridos libros de encargo. Buscar en lo escrito un hueco para ajustar las cuentas no es lo nuestro.