Desde el páramo
Durante largo tiempo las hipótesis catastrofistas, los apóstoles del fin del mundo, los profetas del apocalipsis fueron considerados gentes inferiores cuyos intentos de notoriedad rayaban en lo esperpéntico. No hace mucho comenzaron a ligarse a posiciones de la reacción política que provenían en un lugar y en otro de la extrema derecha.
Hoy el asunto comienza a tomarse en consideración en amplios sectores de gentes diversas, de formación y tendencia. ¿Hay un peligro real de que estemos cerca del colapso? La crisis desatada por el C-19, el cambio climático, el agotamiento del planeta o los terribles desequilibrios económicos, parecen reclamarnos una atención seria e inmediata sobre el mundo. Nuestro mundo.
La editorial, que yo recuerde, nunca ha perdido la cara a estos aconteceres. Sus objetivos centrales han sido, desde el origen, favorecer un lugar de encuentro, una ciudad abierta, un territorio fronterizo, una Berbería moderna donde pueda anidar con comodidad la diversidad y el entendimiento.
Para ello, además de publicar libros, hemos promovido actos, exposiciones, cercanías y ligazones con el entusiasmo que podíamos imaginar que iríamos perdiendo con el paso del tiempo. Pero resistir tampoco es una realidad extraña en este planteamiento. Tampoco lo es la insistencia en la publicación en una revista que se edita desde el centro penitenciario de Villanubla; judíos, moros y cristianos en un intento de comunidad educativa.
Me sumo por completo y agradecido a las palabras de introducción de Victoria Camps en su último libro sobre el tema de los cuidados:
“Es ahora, en el tramo final de la vida, cuando las ideas se entienden mejor y, si nos acompaña todavía un mínimo de claridad mental, de lucidez y de optimismo, también se está en condiciones de explicarlas con mayor conocimiento de causa”.