jardines
Poco mas de las nueve de la mañana en una finca cántabra cerca de Santillana. Nos van a enseñar un jardín histórico en una visita concertada al abrigo del manto de los bienes protegidos por el poder público. Algunas discretas medidas de seguridad: los propietarios son gente sobradamente conocida. Van llegando media docena de personas hasta que una criatura de ensueño, una chica muy joven y discretísima, nos abre el gran portón y se presenta como nuestro acompañante. A partir de allí dos jardines: el histótrico con todos los árboles acodados, reptando por el suelo, sumándose unos a otros en una explosión de fecundidad raramente imaginable. Sus alturas y volumenes se suceden en el asombro. Un rincon sevillano donde escribía Gómez de la Serna. Ejemplares de leyenda como el del único ser vivo que resistió Hirosima o el que robó la matriarca en un viaje a Londres cuando se encontró con lo que creía un fósil y vivia tan campante en algún lugar de la gran ciudad. "Se trajo algún esqueje en una sombrerera", cuenta con la guía con un de orgullo apasionado y familiar. Luego el jardín nuevo con una avenida central de alcornoques hasta llegar a la derecha a un lugar secreto con espejos y jazmines chinos. Arbustos, colores, magia y silencio. El rocio de la mañana acaricia los pies de las señoras que han optado por las sandalias.
Buen gusto. Elegancia, arte. El refugio del mundo. La vida, harta de telediarios, se mece aquí como en una pequeña cabezada antes de la comida campestre. A medio camino ya hablamos unos con otros en un tono natural cercano a la confidencia. Hay una suerte de fraternidad que resuena en nosotros; una nostalgia , la seguridad de pertenecer a este mundo tan delicado, tan auténtico. Dan ganas de entrar y dar las gracias a los señores por el gran favor de guardar el tesoro y preservarlo.
Alguién recuerda que los jardines se hacen con la idea que los disfruten otros cuando , ni siquiera, nosotros podamos perlo.
Puente de San Miguel. Cuatro de julio. 2012.
Buen gusto. Elegancia, arte. El refugio del mundo. La vida, harta de telediarios, se mece aquí como en una pequeña cabezada antes de la comida campestre. A medio camino ya hablamos unos con otros en un tono natural cercano a la confidencia. Hay una suerte de fraternidad que resuena en nosotros; una nostalgia , la seguridad de pertenecer a este mundo tan delicado, tan auténtico. Dan ganas de entrar y dar las gracias a los señores por el gran favor de guardar el tesoro y preservarlo.
Alguién recuerda que los jardines se hacen con la idea que los disfruten otros cuando , ni siquiera, nosotros podamos perlo.
Puente de San Miguel. Cuatro de julio. 2012.
2 Comments:
El magnolio es espectacular, verdad?.Un gusto leer tu diario y ver que compartimos lugares.....y personas.
Cerca de Cabezón, en la carretera que va hacia Comillas hay un bosque de Sequoyas pequeñito....pero maravilloso. Si no lo conoces te lo aconsejo
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