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La esencia de envejecer, ya se sabe, consiste en irse quedando solo. Físicamente y moralmente, que se dice muy poco. Moralmente uno envejece dándose cuenta de que pocos del resto participan de una escala de valores lejana que algún día creimos única e inamovible.
El código rojo de mi época era más o menos amabilidad, talento y una cierta implicación personal en la acción, que llamábamos compromiso.
Hoy con eso no se compra ni una ristra de chorizos para guisar. Con eso te llaman señorito, te torean y te crucifican en cuanto dudes un poco.
Uno se va quedando solo mirando sus referencias como quién mira un fuego poco antes del amanecer y con todo el camino por delante. La vejez es una aventura tremenda donde se nos es dado ver las nubes por dentro. Una vez que sucede eso, comienza lo otro.
Pensando en la amabilidad, en el talento y en el compromiso, se me va la tarde y pienso como va oscureciendo, tan callando.
El código rojo de mi época era más o menos amabilidad, talento y una cierta implicación personal en la acción, que llamábamos compromiso.
Hoy con eso no se compra ni una ristra de chorizos para guisar. Con eso te llaman señorito, te torean y te crucifican en cuanto dudes un poco.
Uno se va quedando solo mirando sus referencias como quién mira un fuego poco antes del amanecer y con todo el camino por delante. La vejez es una aventura tremenda donde se nos es dado ver las nubes por dentro. Una vez que sucede eso, comienza lo otro.
Pensando en la amabilidad, en el talento y en el compromiso, se me va la tarde y pienso como va oscureciendo, tan callando.
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