16 marzo 2009

ruidos

El ruido nos habla siempre de un desorden profundo en las personas o las cosas. Quién hace ruido sistemáticamente, en cada movimiento, en cada jugada de su ajedrez particular , seguramente esté pidiendo nuestro auxilio, aunque en caso de hacérselo ver seguramente se rebotaria y haría mas ruido. El ruido tiene la facultad, además, de silenciar las voces. Donde hay ruido no crece nada. El ruido instaura la barbarie.
En la ciudad impar en la que vivo han cerrado un hospital grande de puro viejo y antes de que lleguen los ruidos voy y vengo mucho por el sitio en busca de las docenas de voces que guarda, entre las cuales hay algunas nuestras. En el hospital murieron mi padre y me hermana y mi hermano Miguel, recientemente, libró y ganó una hermosa batalla contra un cáncer de esos que ahora se curan. En el hospital se acabó mi carrera futbolística con un par de largas escayolas de rodilla y en el hospital descubrí mi facilidad para la paciencia en las largas horas de urgencias con mi madre, uno de los hallazgos mas sugerentes de mi vida de adulto.
Me gustaría pasearme sin ruido por los pasillos ahora desiertos, quedarme quieto, buscar sus voces y descubrir sus ámbitos, antes de que lleguen los de la construcción y se pongan a la tarea de convertirlo en un centro de día, algo tan fuera de lugar en un espacio donde se vivía día y noche como si no pasara nada.
El viejo hospital. ¿ Y ahora donde me muero yo ? que dijo el otro.