atascados
Gonzalo Hidalgo Bayal es un señor extremeño que ha escrito la novela que tenía que haber escrito yo y nos hemos quedado todos tan contentos. Es la novela del padre de los cincuenta, los gandores perdedores de la guerra, los que tuvieron que descubrir lo que escondía la victoria y eso. Sus campos de amapolas blancas es un escrito contenido, elegante, destilado en profundidad. Da gloria verlo en medio de la mediocridad hiriente de los días literarios, en los que unos viven de los otros. Un mamoneo, que dicen ahora.
Acabo de leer otra novela suya, delicadísima, con un dolor tan claro que impresiona. Un hombre baja en una estación de tren una noche cerrada para pedir un poco de agua en la cantina. Fiado de la palabra , pierde el convoy, y sin dinero, ni documentación , queda atrapado, por la necesidad. Va y viene por una ciudad fantasma sin nadie que le oriente, que le vuelva a poner en el camino. Un día y otro día.
Los hombres tenemos tendencia a quedarnarnos atascados en algún sitio extreño del destino. En la adolescencia, en la desgracia, en alguna mujer, en el vino agrío. En la madre. De pronto encallamos y vemos pasar la vida sin podernos subir de nuevo. Se nos va. Quedamos atrapados. Entonces es cuando morimos por primera vez. El resto ya solo son secuelas de esa muerte tan extraña como natural entre nosotros.
Solamente el otro puede sacarnos de la trampa en la que hemos quedado atrapados. Un empujón, un soplo de aliento, una palabra o un beso. Ese misterio de depender del otro, es el origen de cualquier moral que se precie de serlo. El resto autoayuda barata de vendedor de feria.
Tiemblen los escritores. Gonzalo Hidalgo existe. Yo lo he leído.
Acabo de leer otra novela suya, delicadísima, con un dolor tan claro que impresiona. Un hombre baja en una estación de tren una noche cerrada para pedir un poco de agua en la cantina. Fiado de la palabra , pierde el convoy, y sin dinero, ni documentación , queda atrapado, por la necesidad. Va y viene por una ciudad fantasma sin nadie que le oriente, que le vuelva a poner en el camino. Un día y otro día.
Los hombres tenemos tendencia a quedarnarnos atascados en algún sitio extreño del destino. En la adolescencia, en la desgracia, en alguna mujer, en el vino agrío. En la madre. De pronto encallamos y vemos pasar la vida sin podernos subir de nuevo. Se nos va. Quedamos atrapados. Entonces es cuando morimos por primera vez. El resto ya solo son secuelas de esa muerte tan extraña como natural entre nosotros.
Solamente el otro puede sacarnos de la trampa en la que hemos quedado atrapados. Un empujón, un soplo de aliento, una palabra o un beso. Ese misterio de depender del otro, es el origen de cualquier moral que se precie de serlo. El resto autoayuda barata de vendedor de feria.
Tiemblen los escritores. Gonzalo Hidalgo existe. Yo lo he leído.
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