Diario de un editor

20 octubre 2008

callar

He andado un días por la Extremadura profunda ( Zafra, Montanchéz y eso ) con mi amigo el papelero conquense Segundo Santos. Levantarse pronto, convinar el paisaje con los museos, un poco de caurtel para el paisanaje y dejarse mecer por el otoño que es el receurdo mas cercano a pasear con tu madre montado en la sillita de pequeño. En las horas de coche, anécdotas de los lugares que el había conocido años atrás cuando los midió para el catastro. Al ir de un sitio para otro, de un sucedido tremendo a otro peor, me cuenta la filosofia para desentrañarlos:

"callar y mala mala hostia, decian en mi pueblo"

De pronto uno se da cuenta de hasta que punto ha vivido y vive rodeado de tan vil planteamiento. Es mejor callar que hablar de mas. El que habla tiene mucho pico, el que dice, se dice, el silencio es el habitat de los poderosos.

Callar y mala hostia, ya les digo. Desprecio absoluto por la palabra, por el esfuerzo aún desdichado, para encontrarla, para darse por enterado que la palabra es la nostalgia del cuerpo, la tensión que nos diferencia, la batalla del hombre por decir todo por primera vez, como si fuera luz no usada, una latigazo de claridad en medio de la tiniebla.

Siempre he tenido la sospecha que el que no decía era porque no tenía nada que decir. Que el que callaba estaba agazapado para lanzar el golpe cruel, la salvajada, la puñalada en el defecto, que la carencia. Yo les maldigo.

!Callar y mala hostia, que bestialidad, Dios mío !

06 octubre 2008

noticias sobre Miguel

Miguel ya está en casa. Tras las once horas de operación y unos análisis estupendos que permiten no pensar en la quimioterapia ha vuelto a la normalidad. Es decir que sumando los días de diagnóstico, la intervención y el postoperatorio, han tardado menos de un mes en ponerlo de nuevo en la circulación, engancharlo a la vida que tanto le gusta. Dicho de otra forma que uno se siente orgullo del sistema sanitario, de su eficacia, generosidad, profesionalidad y jovialidad en el abordamiento de estos asuntos tan delicados que lindan con la muerte. Da gusto ser español desde hace tiempo.
Ayer , un poco para celebrarlo, me fuí a tomar un martini a un sitio muy bonito, coqueto, elegante, vistoso que hay por mi barrio. Estaba allí una pandilla habitual de policias, constructores y eso. En los cinco minutos que aguanté ( me fui sin pagar y sin probar el brebaje ) dijeron que Narcis Serra era maricón, que a los violadores había que cortales los huevos y colgarlos en una esquina de la plaza mayor, que todos se lo estabn llevando todo y que no había verguenza.
Que asco. Que se los lleven. Que se muera de una vez esta generación maldita, incapaz de disfrutar y de valorar el mundo que nos ha caido en suerte y sus problemas, claro. Que prohiban por decreto ley a esta gente descomunal y terrible, soez y pendenciera como la muerte misma.
! Que viva la vida, coño !