Diario de un editor

28 julio 2008

cerrado

En el lugar de donde vengo, a la orilla del mar, he tenido yo un pequeño y mágico paraíso durante años. Por razones de azar he guardado conocimiento y acceso a un maravilloso hotel colonial de una docena de habitaciones en perfecto estado de revista y cerrado al público por oscuras razones urbanísticas. Regentaba su cuidado y mimo- resultaba en última instancia su garante- un amigo mío argentino que atendía sus necesidades como si de una perosna cercana se tratase. El dueño, desde algún lugar de la riviera francesa, de vez en cuando preguntaba y mantenía la orden de mantenerlo como si se fuera abrir mañana. Allí hemos jugado al tenis, hemos desayunado, hemos visto atardecer, hemos guisado algún arroz y nos hemos dado pequeños baños antes de volver a nuestra casa de la sierra. Precisamente fue en uno de esos baños de quita y pon tan ricos, cuando el hermanono del dueño nos encaró el otro día y nos transmitió la orden de que de eso nada. Que se acabó lo que se daba. Uno venía preparándose para ese momento desde hacía años, porque sabíamos que era una suerte disfrutar tanto, gozar de algo tan bonito, un ratito, unos pocos días al año. Sabíamos de la gratuidad del paraíso, de su fragilidad, de su condición de regalo, pero aún y con eso, fue duro. Lo mas duro, el olor a coñac que salía de las profundidades del hermano, uno olor a cuartel y a sol rancio. Yo creo que es una buena razón para dejar la bebida. No se si la utilizarán los terapeutas, pero hay que dejar de beber para que nadie nos confunda. Que nos nos compren pero que no nos confundan.

07 julio 2008

curas

Curas, frailes, fraiulunos, cuervos.... Como en Juncal los nombres del miedo son interminables. Lo clerical para el zahorí está a menos de dos metros.
En una celebración familiar , íntima ( las peores ) conté hasta cinco compañeros del bachiller de mi misma clase. Medicos y psiquiatras mas un arquitecto. Gente buena de verdad, antiguos luchadores por las libertades, progresistas, comprometidos. Gente de bien, sin género de dudas. Al mirarles desde la otra mesa me voy dando cuenta de su denominador común, de una visión sin sentido que se va precisando hasta llegar a la evidencia. Una sotona les viene como anillo al dedo. Tienen cara de sacerdortes, curas de pueblo, frailes de órdenes rurales, obispos. La visión me altera y no logro hacerme con ella. La comento. Me dicen al lado que es verdad, que que casualidad pensar lo mismo. No hay quién lo pare, La presencia de los curas compañeros lo invade todo. La llegada del lechazo no hace mas incremetarla, claro.
¿ Que hace el tiempo con nosotros ? ¿ Que descubre de nosotros que no sabíamos, que estaba tan oculta que nos sorprende? ¿ Que tareas ocultas realiza en nuestro entorno para que salga a la luz lo que nos evidencia, lo que habita en mí sin mí ?.
En las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre los primeros versos quedan en la memoría por impactantes, son rimas memorables; las rimas de un siglo. Ocultas , sin embargo, por la mitad patinan en el tenue hielo otras que producen el escalofrío de la esencia. Dicen :
Que se hicieron las damas ,/ sus tocados, sus vestidos, sus olores ? / ¿ Que se hicieron las llamas / de los fuegos encendidos / de amadores ? /¿ Que se hizo aquel trovar , / las músicas acordadas / que tañían ? /¿ Que se hizo aquel danzar , aquellas ropas chapadas / que traían ?.
Me voy de vacaciones. Desde allí volveré acontar los amanecres de Garrucha , como si de un viejo pintor japonés se tratara.